Tudela

Santa Ana, Patrona de Tudela y Abogada de nuestros Mayores

¡Una epidemia de peste asolaba estos lugares allá por el año 1530! Aunque hayamos pasado o, mejor, estemos pasando por otra, ¿nos podemos imaginar el sufrimiento y la angustia de aquellas gentes?

 

El Coro de Tudela Joaquín Gaztambide en la Misa en honor a Santa Ana
photo_camera El Coro de Tudela Joaquín Gaztambide en la Misa en honor a Santa Ana

Incapaces de hacer frente a este flagelo con la ciencia y remedios profilácticos de antaño, el pueblo entero miraba al cielo.

Entre toda la cohorte de bienaventurados que la tradición permitía reconocer como santos protectores destacó sobremanera Santa Ana, la abuela de Jesucristo.

Bien lo sabemos todos, el chollo que son nuestros abuelos, pero especialmente los niños y adolescentes, que conjugan con ellos un cariño, una complicidad y una confianza deliciosas.

A ella, pues, se encomendaron y en ella encontraron esperanza y valor para sobrevivir en esta calamidad que les arrollaba.

La santa abuela intercedió a gritos y con lágrimas a quien podía salvar a sus fieles de la muerte, siendo escuchada en su angustia.

La ciudad de Tudela hizo voto, que rubricó ante notario, de honrarla y festejarla como patrona en todos los años por venir.

Quedan, pues, dicho sea, ocho años para recordar esta notable efeméride y renovar su patronato.

Qué bien unirnos a nuestros antepasados en la plegaria y por la comunión de los santos, renovando día a día nuestra fe: «¡Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti! Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás».

Antaño, la creencia de los fieles consideraba la peste como un castigo divino por los pecados cometidos.

De ahí, que los predicadores insistieran en la penitencia como medio para ablandar la justicia divina y obtener la salvación.

A nuestra mentalidad moderna le repugna esta manera de pensar.

Mucho tiene que ver haber recuperado de su ocultamiento al Jesús histórico y la influencia de la perspectiva de género en la comprensión del rostro de Dios.

Si somos espabilados y también humildes nos daremos cuenta que no somos tan distintos de nuestros antepasados y que su lógica y manera de pensar puede ilustrar mucho la nuestra.

Esta pandemia, de la que estamos saliendo pagando un gran tributo, nos ha dado pie para hablar de muchas cosas:

Que si el origen es una fuga de un laboratorio militar de investigación biológica… Que si la destrucción o alteración del equilibrio natural de ecosistemas por una economía depredadora de mercado ha expuesto al ser humano a una zoonosis.

Hemos debatido prolijamente sobre el estado famélico de nuestra Sanidad pública, debilitada o expoliada intencionadamente por muchos gestores públicos, privándola de recursos humanos y de las inversiones necesarias.

Seguimos asistiendo a un espectáculo deplorable, la codicia insaciable de las empresas de productos farmacéuticos, la proliferación de estafadores que hacen negocio con la desgracia social o la especulación inmisericorde, léase, sin corazón, de muchísimas multinacionales y empresas de todo tipo con los bienes de primera necesidad.

Contrástabamos en algunos foros la indignación cuando algún dirigente se saltaba los turnos para recibir la vacuna con la indiferencia ante la falta de recursos de los países pobres para comprarlas.

A todo esto, una muestra del desaguisado social, en otras épocas, se le llamaba pecado, y ahora según las leyes del liberalismo económico o de un darwinismo social carente de cualquier atisbo de ética, se le llama: «Sálvese quien pueda», «el pez gordo se come al chico» y «en el amor y en la guerra, todo vale».

En este contexto, como en otras épocas, necesitamos profetas que nos interpelen a tiempo y a destiempo desde un horizonte de fraternidad universal.

Profetas que nos recuerden la igualdad de todos los seres humanos, porque una epidemia asalta la casa del rico igual que la del pobre y no sabe de fronteras políticas, culturales, religiosas, generacionales, sexuales, etc.

Profetas que nos descabalguen de nuestros delirios de grandeza y nos hablen de la fragilidad de nuestros empeños por levantar torres de Babel y de la vulnerabilidad de todos los gigantes de pies de barro.

Como antaño, recibimos una invitación a la conversión personal y social, pero ¿hemos aprendido algo de esta pandemia o la normalidad anhelada es simplemente «volver a las andadas» de siempre?

Llevados de la mano de Santa Ana llegamos oportunamente ante nuestros abuelos para enterarnos crudamente de su situación.

La pandemia se ha cebado singularmente con ellos y hemos visto su aislamiento, abandono y sufrimiento en domicilios privados, residencias, hospitales, etc.

Unos hombres y mujeres sacrificados y valientes que levantaron un país reducido a escombros después de un golpe de estado y una guerra fratricida.

Ahora, en su ancianidad, muchísimos se ven privados del cariño, respeto y agradecimiento de los allegados y de las instituciones públicas.

Lanzarse por el tobogán de las fiestas patronales, con las ganas que tenemos de expandir la pasión que llevamos dentro, no es sino una cara de la moneda de la vida.

La otra viene representada por la capacidad de sacrificarse por el bien de los allegados, aquellos a quienes la vida pone en nuestro camino.

Lanza al aire la moneda, es lo mismo como caiga, siempre lleva la cara y la cruz.

Santa Ana, que vela por la ciudad y el ánimo de los tudelanos, nos proteja en esta pandemia de los coletazos del coronavirus y de tantas infecciones que corroen el espíritu humano.

Que Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por intercesión de Santa Ana, madre de la bienaventurada Virgen María, derrame su Espíritu sobre toda carne, para que los jóvenes profeticen los cielos nuevos y la tierra nueva, los ancianos destilen sabiduría para fecundar la tierra, los niños la vistan de inocencia y alegría y los adultos pongamos las manos en el arado y, mirando siempre adelante, nos empeñemos en hacer una sociedad y una convivencia más justa y más amable.

¡Viva Santa Ana, viva en nuestros corazones, viva en nuestra fiesta!