Imelda apoya el estuche en un banco y afina el ukelele. Un celador con mascarilla se detiene y mira hacia el patio; una doctora lo imita y enseguida varios pacientes; entre ellos Angelino, su marido. Se conocieron en Brooklyn, hace ya toda una vida. Él era moreno e inquieto, la mirada sonriente, y ella cantaba y servía las mesas en un café desvencijado. Angelino se siente como un pez en una pecera. Mejora día tras día, pero esta es la primera Navidad que no van a estar juntos. Ella lo nota al hablar por teléfono, por eso se ha pintado los labios de rojo y lleva el gorro de renos que él le compró los últimos Reyes.
Rasguea las cuerdas y empieza a cantar. All I want for Christmas is you, el éxito de Mariah Carey. La voz le tiembla al principio, pero enseguida se entona. Angelino se ajusta las gafas. Oír a su mujer le hace pensar en el jardín de su casa; mientras ella riega los geranios, él, en la cocina, lava la pasta. La sua bambola, susurra.
Cuando Imelda acaba, sonríe y le lanza un beso a través de la ventana.
