Trabada entre los ecos del solsticio,
con la suerte pegada los talones
y los chavales ya de vacaciones
llega la Navidad a mi edificio.
Toca hacer al adulto el sacrificio
de los abetos, las indigestiones,
los muñecos colgando en los balcones,
las luces de tugurios de fornicio.
Fechas que a los mayores entristecen
y llenan a los niños de alegría
por las ausencias que ellos no padecen.
Momentos en los que la fantasía
se viste de oropeles y parecen
los milagros el pan de cada día.