Un hombre salía del iglú y su esposa le dijo desde el interior:
- Marido, abrígate, que te vas a enfriar.
- Calla, mujer, que tengo cosas importantes que hacer.
- Te lo digo de corazón, querido esposo. Debes escuchar a tu mujer. Coge este abrigo que te doy- le dijo irguiéndose de su silla para acercárselo e interrumpiendo el curtido de pieles que en ese momento realizaba.
Este, finalmente, cogió el abrigo de pieles de foca y se lo puso.
A la noche, al llegar al iglú, su esposa le preguntó qué tal le había ido en la caza, y él le respondió:
- Nunca había bajado tanto la temperatura.
- ¿Nunca?, pues recuerdo una vez que mi madre me contó…
- Si no es por el abrigo que me has dado, mujer, me habría congelado. Con eso te lo digo todo.
Se acercó a su esposa y madre de sus hijos y le dio un tierno beso en los labios. Ella sonrió. Acto seguido, se aprestó a preparar un caldo nutritivo muy caliente. Luego, la cena.