Plumas al cierzo

La barredora

Miguel Bermejo Fernández nos escribe este relato breve navideño.

Miguel Bermejo Fernández
photo_camera Miguel Bermejo Fernández

Al entrar esta mañana en casa me ha recibido en el pasillo la barredora que mi hermana le ha regalado a mi madre por el día de Reyes; un engendro mecánico que deja el suelo como la “patena”. Mi madre no deja de alabarla, con decir que incluso le ha puesto nombre...

Pues bien, nada más entrar, me ha dado la impresión de que el engendro me acosaba, me seguía, como pretendiendo echarme…

He tenido que superar de un salto su muro de contención para poder acercarme a mi madre y darle un beso de buen hijo. Pero lo primero que ha hecho ella ha sido santificar el trabajo del engendro.

Ya en el baño, he escuchado como la barredora se despedía (en inglés) al terminar su labor y se dirigía hacia el rincón donde se carga hasta su próxima salida. Y, para mi sorpresa, también he podido escuchar cómo mi anciana madre le decía: “Adiós, adiós”. Y me he sentido solo y abandonado en mi propio retrete, y con unas ganas locas de ir hasta el rincón donde descansa esa quita madres del demonio y saltar sobre ella hasta destrozarla. Luego he reflexionado y he pensado que eso no sería buena idea, pues sin la barredora…, sería yo quien tendría que barrer todos los días la casa.