Esa luz me provoca en el deslumbre
espejismos de amaneceres suntuosos,
me adormece y apacigua lo moroso
que mi vida cotidiana me descubre.
No hay manera, condición, ni mansedumbre
que sujete los impulsos clamorosos,
que como vendaval arrasan los rastrojos
del erial estepario que me cubre.
No sabré solucionar esta utopía
desangrada y carcomida por el cómo,
que sin descanso me nutre, me fascina,
y hace que me arrastre con los codos,
en busca de ilusiones que algún día
se quedaron varadas en el lodo.
