Nabarrerías

No olvidarían fácilmente los corellanos aquel día de San Juan de 1690. Los que conozcan esta preciosa ciudad sabrán situar el sitio por el que vienen los nublados, y podrán imaginar mejor la escena.

Durante la mañana se fue cargando el cielo con unos nubarrones negros que hacían pensar cualquier calamidad. La época era mala ya que muchos frutos están en los árboles y vides, y una tormenta con piedra podía ser catastrófica. El aspecto del cielo debía de ser impresionante, así que mucha gente hizo que solía en estos casos, que era ir a la parroquia del Rosario a pedir protección para sus vidas y cosechas.

El clero ayudó, sacando uno a la puerta el Lignun Crucis y el Santísimo, mientras otros subían a la torre, con algunos feligreses, a conjurar la tormenta para que desapareciera o, al menos, se fuera para otro sitio. La tormenta llegó por fin, entre la una y las dos de la tarde. Cayó agua “a brazadas” y los rayos y truenos eran horrorosos.

De repente, uno de ellos entró en la torre y el campanario, matando a dos personas, destrozó el reloj, pasó por la escalera matando a otros cinco y dejando a cuarenta sin sentido, algunas de ellas muy graves. Fue hacia la puerta y la reventó con un estallido terrible, haciendo que todo el que estaba allí cayera al suelo aterrorizado y aturdido.