Nabarrerías

En la primera mitad del siglo XIX corrían malos vientos para nuestros fueros. El gobierno de Madrid había tomado varias medidas que contradecían claramente al Fuero, como la creación de la Policía, la Ley de primeras Letras y el Reglamento de Voluntarios. Además, hay que tener en cuenta los sufrimientos del pueblo de Navarra en las guerras habidas, que habían colaborado a la reinstauración de la monarquía de Fernando VII.

Así las cosas, la Diputación envió a la capital de España a un comisionado suyo para tratar de mejorar las relaciones y evitar lo que parecía que iba a ser el final de los Fueros. Este representante fue Yanguas y Miranda, gran conocedor de la historia de Navarra y, curiosamente, liberal. Estuvo en la corte nueve meses, que fueron un calvario, y regresó a su tierra el 6 de agosto de 1833, en diligencia regular, profundamente desilusionado ante el futuro de Navarra. Tenía razón en su pesimismo, y se demostró con la actitud del gobierno de Madrid para con los Fueros tras la primera guerra carlista, con la famosa Ley Paccionada de 1841.

En Navarra tienen algunos una capacidad increíble para convertir en glorioso lo que ha sido un desastre, y así resulta que debemos estar encantados de haber sido conquistados por Castilla y de tener semejante Ley Paccionada, que resultó una patada en los mismísimos a los Fueros que tanto dicen defender.

Yanguas decía que “la popularidad de Navarra ama sus fueros con el mayor entusiasmo sin conocerlos, tan solo por un instinto natural y por la fuerza de la costumbre; y por consiguiente no se halla en estado de juzgar de su conveniencia por puro raciocinio”.