Chistes

En nuestra comarca han sido raros los casos de paisanos payos emparejados con gitanas. A lo más, los hombres han mirado a distancia a las bellas zíngaras, sin atreverse al menor roce que podría suponer tener más que palabras con los celosísimos varones calós. Tal vez por ello, las relaciones con ellas siempre han estado rodeadas de un halo de misterio y magia, hasta el extremo de aseverarse que “los que yacen con una gitana se mueren con el pito tieso”.

Cuentan que, en una ocasión, estaban vendimiando juntos una cuadrilla de payos y gitanos y de pronto una joven gitana se puso de parto. Sin decir nada a nadie, ella sola se fue a parir detrás de unas cepas y, sin un solo grito de dolor, la gitana dio a luz, puso el niño entre pañales y casi le dio tiempo para terminar de vendimiar su rencle.

Aquella fortaleza impresionó tanto a un mozo tudelano que decidió que si algún día se casaba, sería con una gitana. Y así lo hizo. Meses después de la boda, la gitana quedó preñada y para sorpresa del marido resultó ser una milindris. Todo eran quejas, jaquecas, náuseas y desvaídos, hasta el extremo de que le tuvieron que poner criada.

Llegaba el día del parto y la mujer se mostraba cada vez más quejica. El hombre se acordaba de la que parió en la viña y no comprendía tanta diferencia. Y así se lo expresó a su esposa:

- Pero, ¿cómo te puedes quejar tanto si ahora no te falta de nada y eres gitana?