Opinión

De huesos, guerras, búfalos y arqueología

De los abonos naturales que podíamos definir como “del saco”, o sea que no salen de una cuadra, ya hemos hablado del Guano y del nitrato de Chile, que tuvieron una gran importancia histórica mejorando la calidad del suelo y de los cultivos.

Aunque tuvo una importancia menor, no quiero pasar por alto el uso agrícola del polvo de hueso en el siglo XIX. La harina de hueso es un potente fertilizante orgánico que fundamentalmente tiene calcio, fósforo y algo de nitrógeno. El Fósforo es fundamental para el crecimiento y desarrollo de las plantas, estimula la floración y fructificación de árboles y hortalizas, provoca flores, semillas y frutos.

Recuerdo que, empezando con la agricultura ecológica en Balgorra, allá por los años 70, aportaba un puñado de polvo de hueso a cada tomatera y el resultado era espectacular. El “técnico” me había dicho que en esa parcela sólo se podía cultivar cebada. Es un abono caro, porque hoy se usa fundamentalmente como ingrediente en alimentación animal. Los mayores exportadores del mundo son China he India que reciclan mejor sus huesos y tienen más.

Lo cierto es que, a partir de 1820, los ingleses en su afán incontenible por controlar los abonos, tras dominar el Guano y el nitrato de Chile, se dedicaron a expoliar depósitos de huesos sin importar su procedencia. Saquearon los cementerios de los obreros de antiguos faraones en Egipto y compraban huesos en toda Europa. Desenterraron más de 3 millones de esqueletos de soldados y caballos muertos en las guerras napoleónicas. No aparecen ni aparecerán, los muertos de la batalla de Waterloo de 1815, donde le cortaron las alas a Napoleón y murieron 50000 soldados de los dos frentes más los caballos que no se cuentan, pero a nivel de abono eran igual de efectivos. Se aprovechaban de paso los dientes para hacer dentaduras postizas. No le hicieron asco tampoco a los soldados ingleses que abonaron las verdes campiñas de su país. La trituradora de huesos de Yorkshire vivió momentos gloriosos a cuenta de los soldados que dieron la vida y los huesos. Más de mil millones de libras se movilizaron por los huesos de toda Europa entre 1866 y 1872.

Aunque no lo he leído, me cae muy bien, de entrada Smedley D. Butler, el militar más condecorado de la historia de América. Si algo sabía este hombre era de guerras y al final de su vida dijo una frase para la historia: “La bandera sigue al dólar y los soldados a la bandera” Denunció las guerras imperialistas y la explotación y manipulación de los pobres soldados metidos por obligación en el negocio de la guerra. Escribió un libro que con el título nos basta: “War is racquer” la guerra es una estafa. La humanidad no habrá progresado nada mientras no se supere la lacra de la guerra y sigamos viéndola en televisión impasibles.

Una de búfalos

El afán por el polvo de huesos viajó al otro lado del atlántico y la fuente de ingresos fue lo que quedó del exterminio del búfalo en las praderas americanas. Antes de llegar los blancos, cincuenta millones de bisontes pastaban plácidamente y alimentaban a las poblaciones indias que los respetaban religiosamente y aprovechaban todo de ellos. Los blancos los mataban a miles. Para su desgracia, los bisontes, acostumbrados a la vida feliz, no se asustaban cuando un hermano caía muerto de un tiro. Un solo tirador podía matar a más de cien en un solo día casi sin moverse de la postura. De la gran mayoría, sólo se aprovechó la lengua y la piel. La matanza de búfalos también formaba parte de la estrategia de acabar con los indígenas. Fue la táctica de guerra más efectiva. Los obreros de la construcción del ferrocarril se alimentaban con ellos y desde el tren también se los mataba por simple diversión. El esperpento americano Buffalo Bill, que trabajaba para la Kansas Pacific, presumía de haber matado 4280 en menos de un año.A finales del siglo XIX sólo quedaban 325 búfalos. Una vez más, la ganadería, como con otras especies, salvó a esta maravillosa raza de la extinción a manos de los cazadores.Algunos colonos he indígenas empezaron a criarlos por su carne, menos grasa y saludable. Hoy hay un movimiento indígena para reintroducirlos en sus reservas y han remontado hasta 350000, el 10% en estado salvaje.

 Lo cierto es que las praderas quedaron cubiertas de hosamentas, un filón para el sindicato de huesos de Dakota del norte que los trituraba. Los colonos pobres y los indígenas, antes señores de las praderas y ahora parias, los recogían por poco dinero. Hacían montañas como la de la foto.

Historia que no se cuenta. De huesos hispanos y navarros

España también exportó huesos a Inglaterra, pero en plan bestia, cómo no. Fueron excavados por pobres jornaleros para ganar lo que no les daba la tierra, destruyendo yacimientos arqueológicos. He encontrado un sorprendente libro de D. Diego López Quintana de 1876 cuyo título y contenido anima a esta destrucción. “Del aprovechamiento para abono agrícola de los grandes depósitos de hueso enterrado en Castilla la Vieja”. Se arrasaron yacimientos romanos, celtíberos y prehistóricos, de Avila,Zamora, León, Burgos, Palencia, Valladolid… ciudades como Carrión, Rioseco, Sahagún, Astorga, Benavente… y asentamientos históricos como Intercatia, Abula, Pallantia, Lacóbriga, Briguetia, Forum Egorrorum, Camala, Deóbrigula, Astúrica… Menciona también Aragón y Navarra. Es una pena que no especifique dónde esquilmaron nuestros huesos forales. Da las cifras de exportación por años y de 1862 a 1871 suman por poco 17 millones de kg, sólo 320000 que llama “recientes”. Dice acertadamente que no se deberían exportar y utilizarlos en España. Tenía buena intención este preocupado por la erosión del suelo, pero era un bruto con la arqueología.Afirma haberse encontrado hachas de piedra pulimentada y muchos utensilios “mezclados”. Mezclados y destrozados sin control por pobres jornaleros, para desesperación de los arqueólogos actuales.País de locos. En los años 80 una cuadrilla de la CNT de Tafalla, visitamos Segóbriga en Cuenca. Allí nos contaron que la carretera para llegar al yacimiento, la hizo el franquismo con la muralla romana. Ahora me entero que los huesos de los heróicos Arévacos, antiguos pobladores, abonaron los campos de Inglaterra. Alucino.