Le llaman a Corella,
la ciudad barroca:
pobre en leña
y rica en pan.
Gentes serias y frías
tercas a la modelización
del forjador en la fragua.
Caras como el vino tinto,
Muchas tabernas
y ninguna librería
en el canto medieval.
Exuberancia sacra
y moralizante,
un hablar alcahuete de los
continuos cotilleos,
hacen las fiestas de alegría
hipócrita y malvada.
El arte sacro parroquias
y conventos tantos para
una ciudadilla tan pequeña
que tienen que ir a misa
varias veces para ver
como se llena.
Las casonas y los palacios
decadentes
unos restaurados y otros
desaparecidos,
los escudos y emblemas
que adornan
las nuevas casas de estilo
neomudéjar
llaman la atención histórica.
El cierre denominado
a Corella,
Ciudad del vino
y del barroco,
un proverbio que tanto llena
el alma del Crucero.
YO SOY DE CORELLA.