Plumas al cierzo

Fiestas

Mario Martínez Martínez​ nos escribe este poema.
Mario Martínez Martínez
photo_camera Mario Martínez Martínez

Comienzan con la fuerza de un cohete
que rompe contra el cielo de la magia
en rotunda explosión, desperdigando
pedazos de ilusiones anunciadas.
Se expanden saltarinas poco a poco
girando desde el kiosco de la Plaza
y flotan en un mundo de sonidos
que en marco de colores se agiganta.
Vistosas camisolas, cuellos rojos
luciendo el distintivo que proclama
que han llegado las Fiestas, siete días
de julio dedicados a Santa Ana.

Crisol de algarabía son las calles
abiertas a quien quiera visitarlas,
la gente de esta tierra siempre supo
hacerlas al que llega hospitalarias.
Se aparcan los deberes cotidianos
allí donde el olvido siempre guarda
alguna plaza libre para el tiempo
que dura la alegría de la holganza.
La fiesta cubre todo, e imparable,
en lluvia de mil actos se derrama
sobre días y noches, consiguiendo
que vista de domingo la semana.

Encierros y corridas. Musicales
que llenan de sonidos nuestras plazas.
Explosivos cohetes  de artificio,
degustaciones, juegos, risa sana
de niños y mayores, decididos
a izar a su Patrona en esas andas
de su gozo interior, y que los rezos
sean alegre canto de esperanza.
Y en una nebulosa de emociones,
de cansancio feliz, de euforia calma,
se va sumiendo el ocio programado
como una luz de vela que se apaga.

La Fiesta muere al fin, la Revoltosa
y ese “Pobre de mí” que la amortaja,
nos devuelve del tiempo ese latido
que marca nuestra vida rutinaria.
Retornarán las penas, los trabajos,
y vestirá el recuerdo de añoranza
el resto de los días, mientras sigue
detrás de todo un año que no acaba.
Pero tiene final. También lo tiene
la vida que en silencio se nos marcha
y ansía regresar, como cohete
que va buscando el cielo esa mañana.