Tudela

Joaquín Gaztambide (1822-2022), segundo centenario

El segundo centenario del nacimiento de Gaztambide está pasando sin apenas ruido en su tierra, por ello será bueno que le dediquemos un pequeño recuerdo.

 

Novena Santa Ana 2010 1986
photo_camera Joaquín Gaztambide no olvidó a su tierra, ni tampoco a Santa Ana, para quien escribió una novena. Foto: 17 de julio de 2010

El que fuera famoso y aclamado músico español del siglo XIX -rigurosamente contemporáneo de Barbieri y Arrieta-  nació en Tudela y fue bautizado en la parroquia de Santa María el 7 de febrero de 1822, con los nombres de Joaquín Romualdo. Era el primogénito del joven matrimonio formado por Juan José Gaztambide y M.ª Pilar Garbayo, que tuvieron varios hijos más. Sin embargo, la muerte visitó pronto el hogar y el año de 1828 fue aciago en la vida familiar. Primero desapareció el padre que murió en febrero, con sólo 32 años, y en octubre lo hacía el pequeño Cecilio, de tres. Quedaba, pues, huérfano Joaquín, con apenas seis años, y su madre, viuda a los veinticinco. El panorama para todos se tornó trágicamente sombrío; sin embargo, encontraron apoyo en un tío paterno, Vicente, que residía en Pamplona.

Puede que desde niño apuntase Gaztambide condiciones para la música y encontrase consuelo en la misma pues fue “infantico” de la catedral de Tudela y tuvo la oportunidad de iniciarse con el gran maestro Pablo Rubla (1772-1860), que entonces dirigía la importante capilla de música. A los doce años marchó a vivir a Pamplona con el tío Vicente que lo adoptó como hijo y siguió estudios de piano y composición con Juan Guelbenzu, y contrapunto y fuga con Mariano García. Para mantenerse daba clases mientras tocaba el contrabajo en la orquesta del teatro.

Joaquín Gaztambide (Foto Fondo Guelbenzu Biblioteca Nacional de España)
Joaquín Gaztambide (Foto Fondo Guelbenzu Biblioteca Nacional de España)

Traslado a Madrid

Pero Pamplona le quedó pequeña y con 20 años, decidido, se mudó a Madrid donde conoció a Barbieri, cuya amistad duró toda su vida, y que tan fecunda resultó para la zarzuela española. El musicólogo Ángel Sagardía, que trazó una breve biografía en el nº 31 de Temas de Cultura Popular titulado Gaztambide y Arrieta, describe su vida en la capital. Tocaba en orquestas de diversos teatros, a la vez que escribía sus primeras composiciones. Sin embargo, el tudelano había nacido para dirigir y en 1846, con apenas 24 años, fue nombrado director de coros del teatro de La Cruz y posteriormente marchó a París al frente de una compañía española. La salida a Europa le permitió contactar con la música operística, regresando a España con la intención de renovar el género lírico español, más conocido como “zarzuela”. La primera que compuso fue ‘La Mensajera’, estrenada en 1849, a la que siguieron otras con tan creciente éxito que animaron a construir un edificio propio de este género. Así nació el Teatro de la Zarzuela de Madrid, inaugurado el 10 de octubre de 1856; en él se representaron las numerosas obras, que sólo o en colaboración, compuso Gaztambide a lo largo de su corta vida. 

Por aquellos años se casó con Susana Aguader, muchacha culta y educada, gran admiradora del talento del navarro, con la que tuvo dos hijos. A partir de este momento le vemos dedicado a la composición y a la dirección de orquestas, en las que, según las críticas de la época, ponía “su fogoso temperamento artístico, su dramático calor, su arrebatada idiosincrasia (…) Como el alma del maestro habla en sus zarzuelas, su batuta parecía hablar igualmente en los conciertos”. Son, también, años de viajes por España y el extranjero, representando sus obras más famosas y populares. Nada menos que cuarenta y cuatro zarzuelas estrenó a lo largo de su vida. 

Las zarzuelas dieron a Joaquín Gaztambide mucha gloria, pero no tantos beneficios económicos como esperaba. Quizá por ello, en 1869, formó su propia compañía e inició una tournée por tierras americanas. Los comienzos en la isla de Cuba fueron prometedores pero tuvo la fatalidad de coincidir con la insurrección independentista –conocida como “Grito de Yara”- y se suspendieron todas las representaciones. Buscando otros aires, se trasladó a México, pero los disgustos y el clima tropical le habían dañado ya el hígado. Tuvo que suspender la gira y regresar a España, gravemente enfermo y arruinado económicamente. A pesar de los esfuerzos médicos, falleció el 18 de marzo de 1870, a los 48 años. A su muerte, el insigne compositor era Comendador de la Orden de Isabel la Católica y Caballero de la de Carlos III, además de ser miembro varias academias artísticas. 

Homenaje en Tudela

Los honores oficiales no solucionaron la penuria económica en que quedó su familia tras el fracaso y la ruina americana. La situación de la viuda e hijos debió ser preocupante y quizá pidieran ayuda a su tierra navarra. Décadas después el problema subsistía y Tudela quiso celebrar una velada musical -hoy diríamos festival- en homenaje al gran tudelano y a beneficio de su hija y nietos. Se constituyó una comisión organizadora, presidida por el laureado poeta Alberto Pelairea, la cual se dirigió al ayuntamiento, pidiendo que “como representante del pueblo que fue cuna de tan esclarecido artista, se digne patrocinar la idea y conceder para el acto la banda municipal”. La corporación accedió gustosa. Además alquiló un palco por el que pagó cien pesetas, pero -cosa curiosa- no lo ocupó sino que lo cedió a los organizadores para su venta. El lugar elegido fue el llamado pomposamente “Teatro Principal”, un achacoso edificio inaugurado en 1833, situado en la confluencia de Herrerías con la calle Yanguas Miranda y que muchos años antes, en 1853, había acogido también las funciones a favor de la familia del aquel valiente Pedro Resa, el Roso, que murió por enfrentarse a un lobo rabioso.

La prensa local se volcó para animar el ambiente. El historiador Mariano Sainz publicó en El Anunciador Ibérico una sentida biografía, que más tarde recogió en su libro Apuntes Tudelanos. Y Alberto Pelairea escribió un cálido poema animando a acudir al teatro; lo tituló GAZTAMBIDE y comenzaba así:

El domingo 23 de febrero de 1902 tuvo lugar la velada con un atractivo programa donde se mezclaron las romanzas y sinfonías más populares del músico, con obras de teatro y poesías alusivas. Participaron todas las entidades de la ciudad y fue un completo éxito popular, artístico y crematístico. Incluso, el Orfeón Pamplonés, prestó el retrato que lucía en una de sus salas. El Anunciador Ibérico (26-2-1902), periódico tudelano, describía así el acontecimiento:

“El teatro presentaba un aspecto brillantísimo. Se hallaba artísticamente adornado con sabina, formando bonitas hondas que cubrían los antepechos de los palcos, en cada una de las cuales podía leerse el título de una obra de Gaztambide. El retrato de éste destacaba en el antepecho del palco presidencial rodeado con crespones negros y una gran franja de los colores nacionales, en la que se leía en gruesos caracteres HONOR A GAZTAMBIDE, cubría el frontis de gradas y paraíso.

Las obras puestas en escena fueron fielmente interpretadas por los señores Pelairea, Endériz, Martínez, Bona y Serna, que recibieron muchos y merecidos aplausos. La parte musical, a cargo del sexteto del Sr. Castellano y de la banda que dirige el Sr. Vallejo, fue ejecutada con gran maestría bajo la batuta de ambos maestros, y el público premió con aplausos la labor de los músicos. 

Los señores Rueda y Condón cantaron las romanzas con voz sonora y afinada, y también para ellos hubo buena cosecha de aplausos.”

Además de lo conseguido en taquilla, hay que añadir las donaciones de particulares, del Ayuntamiento y de la Diputación Foral, que aportó 250 pesetas. Descontados los gastos, quedaron de beneficio 1.208,80 pesetas; cifra importante en la época, si tenemos en cuenta que el periódico del que extraigo estos datos, costaba sólo cinco céntimos. Los palcos, se vendieron a 10 pesetas y las entradas individuales iban desde 1,50 del patio de butacas, hasta los 50 céntimos de la general.  

Tudela, ha recordado siempre a su ilustre hijo. Un coro, el teatro principal y una calle emblemática, la popular “Carrera”, llevan su nombre: Joaquín Gaztambide. Tampoco él olvidó a su tierra, ni tampoco a Santa Ana, para quien escribió una novena, composición sacra que sigue cantándose en la catedral en los días que preceden a las fiestas patronales.