Pero ¿quién fue este tudelano y a qué se debe tal honor? Esta historia se remonta al tiempo en que Tudela formó parte de la Taifa independiente de Zaragoza gobernada por los Banu Hud, momento en el que los judíos alcanzaron su máximo apogeo cultural gracias al desarrollo de las ciencias del judaísmo andalusí.
En nuestra judería vétula nacerá entre 1089 y 1092 Abraham Ibn Ezra, apodado “el hombre admirable”. De extensa obra, más científica y metódica que literaria, sobresalen sus estudios en temas bíblicos, sobre lingüística hebrea, ciencia y matemática, y especialmente sus trabajos divulgativos en astrología y astronomía. También es autor de tratados de ética, filosofía y poemas.
Ibn Ezra pasó su infancia y juventud en Tudela formándose en los diferentes campos de las culturas árabe y hebrea. Después de recorrer numerosas juderías de la Península Ibérica y del Norte de África componiendo poemas y alabanzas para patronos ricos y hacendados de las altas esferas de la sociedad, la conversión de su hijo Isaac al islam le provocó una crisis existencial empujándole a llevar una vida de judío errante lo que le conduciría a las comunidades de Italia, Francia e Inglaterra.
Cuando Ibn Ezra llegó a Roma en 1140 se dio cuenta de que los conocimientos que había adquirido en su etapa en Al-Andalus podían servirle como medio de vida, así que decidió componer una serie de obras en hebreo para enseñar a los judíos europeos la enorme riqueza cultural e intelectual de las tierras de donde procedía.
Una de las grandes aportaciones de este tudelano al campo de la ciencia fue la divulgación de nuestro sistema numeral de posición introduciendo el concepto del cero. Ibn Ezra afirmaba que el cero había sido inventado por los sabios de la India y transmitido a Occidente por los árabes gracias a los escritos de Al-Juarizmi. Esto queda patente en su ‘Libro del número’, un manual de aritmética de carácter pedagógico.
Unos años después escribiría el ‘Libro de la unidad’ con el que trata de establecer la relación entre los números y los atributos divinos lo que demuestra su afán por conectar la ciencia con la religión hebrea.
Además de sus obras en matemática y física, Ibn Ezra escribió comentarios a la Biblia y a la Torah utilizando teorías científicas de su tiempo para explicar los significados del texto, consiguiendo así introducir el racionalismo científico en el pensamiento religioso, tan dominante en la época medieval.
En 1148 arribó a la Provenza francesa donde compuso su obra cumbre de astrología ‘El Principio de la Sabiduría’. En él enumera las diferentes partes del cuerpo humano, los signos del zodiaco y las enfermedades asociadas a cada uno de ellos, una idea que frecuentemente fue utilizada en la Edad Media para establecer los diagnósticos de las enfermedades.
Uno de los aspectos de la astrología que más interesaba en época medieval era tratar de averiguar, a través de la posición de los astros, el momento más idóneo para llevar a cabo una actividad humana ya fuese emprender una nuevo negocio, una nueva relación sentimental o sembrar unos ajos.
En su libro ‘Tiempos elegidos’ Ibn Ezra analiza esta cuestión a través del horóscopo y la posición de la luna en las casas astrológicas.
Cuando Ibn Ezra llegó a Inglaterra en 1158 tradujo al hebreo los comentarios de Ibn Muttana en las tablas astronómicas de Al-Juarizmi, convirtiendo así al hebreo, que hasta entonces solamente había sido utilizado en la religión, en una lengua científica.
En cuanto a su obra dedicada a la astronomía, destacan sus tablas de posiciones estelares conocidas como “Luhot” . También un “Sefer ha-ibbur” sobre el calendario y el “Keli ha-Nejoshet” sobre el uso del astrolabio.