Valtierra

Inhibir la producción de testosterona ayuda a combatir el cáncer de próstata

La próstata, una gran desconocida. No obstante las enfermedades relacionadas con esta glándula, con forma de castaña, del aparato genitourinario masculino, tienen una  elevada prevalencia.

El cáncer de próstata es la tercera causa de muerte en varones en España. Una de las formas de tratamiento de este tipo de cáncer, en diferentes estados (sobre todo avanzados), es la castración química. Una terapia que, a diferencia de la castración quirúrgica (extirpación de los testículos), consiste en la administración de medicamentos, normalmente análogos de la LHRH y antiandrógenos, destinados a bloquear la producción de testosterona en los testículos y en la zona suprarrenal.

En efecto, aunque últimamente se ha vinculado mucho la castración química con los delincuentes sexuales, esta terapia es muy utilizada por urólogos de todo el mundo para el tratamiento de cáncer de próstata.

Así pues, es importante despojar a este método hormonal de su connotación negativa. La castración química provoca un descenso en el nivel de testosterona, tanto en los testículos como en la zona suprarrenal, lo cual provoca un descenso del apetito sexual y de las erecciones.

Además “este método hormonal no supone una forma de esterilización, sino que es un procedimiento reversible que no provoca daños importantes y es beneficioso para quienes lo requieren”, asegura Astobieta.