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Síndrome postvacacional

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El síndrome postvacacional “no es una enfermedad ni tiene la prevalencia que se le atribuye en los últimos años”. Así lo afirma la Doctora en Psicología, profesora de la Universidad de Deusto, Natalia Ojeda. Recuerda que “no es una enfermedad en términos de los sistemas internacionales de clasificación de las enfermedades o como patología específica, y tampoco puede decirse que el conjunto de síntomas que se asocian al llamado síndrome post vacacional sean necesariamente específicos de esta época del año. En realidad, se trata de un conjunto de síntomas que pueden aparecer o no como respuesta de ajuste de la persona cuando se produce un cambio brusco de hábitos; los síntomas habituales de cualquier proceso de adaptación”.

La experta considera que “el conjunto de síntomas físicos y psíquicos que se agrupan bajo el nombre de este síndrome –irritabilidad, cambio en los ritmos biológicos, sueño, falta de concentración, nerviosismo, falta de interés, etc…- no dependen tanto de la época del año como de los hábitos de vida del individuo y de su capacidad para adaptarse a los cambios”.

Desde esta perspectiva, la especialista estima que “una persona equilibrada, capaz de asumir su vida profesional como un reto y con cargas de responsabilidad positivas, no tiene por qué sufrir ninguno de estos síntomas. En algunas ocasiones estas manifestaciones pueden ir asociadas a otros trastornos psicológicos de base, pero casi siempre se trata de procesos leves que desaparecen en un periodo de tiempo relativamente corto que oscila entre los dos y los quince días. Todo lo que va más allá de esta franja de tiempo es una excepción que no está de acorde con el auge mediático que ha adquirido este síndrome en los últimos años”. En cualquier caso, Natalia Ojeda estima que “lo natural es superar con éxito estas sensaciones de ansiedad”.

Así las cosas, el catálogo de recomendaciones que se establecen para conocer y paliar esta sensación “no es diferente al que se realiza en otras épocas del año, cuando se producen cambios en los hábitos de vida de la persona. Hay que procurar mantener el equilibrio, ir ajustando los ritmos biológicos unos días antes, plantearse objetivos de cambio a más largo plazo y tratar de normalizar cuanto antes la situación. Todo esto, por supuesto, depende del tipo de trabajo de cada uno y de su actitud ante el mismo”.