Tudela

¡Olé, torero!

Cuentan de uno de Buñuel

que una tarde de verano

se vino hasta Fustiñana

mas bien por pasar el rato

Esto era el ocho de Agosto,

en las fiestas patronales:

banda, procesión, vaquillas

y fuegos artificiales.

Hacia aquí se vino el hombre,

atravesó por el vado,

andando se hizo el camino,

llegó bastante cansado.

A las cuatro de la tarde,

justo en medio del estío,

se le reseca el gaznate

al hombre mejor curtido.

Así que entró en la taberna

por ver de solucionar

aquella sed tan tremenda

antes de ir a disfrutar

de las vacas, que era el mozo,

de afición, recortador.

No le asustaban los cuernos,

de demostrado valor.

Pidió vino con gaseosa

mezclados en un porrón

juzgando que esa sería

una buena solución.

Luego se pidió un segundo

pues vio que necesitaba

un poco más de saliva

remojando la garganta.

“Un tercero –pensó luego-

no me puede sentar mal.

Al fin y al cabo hoy tenemos

un calor casi infernal”.

Cuando estaba en este oficio

penetraron por la puerta,

juntos, tres o cuatro amigos,

a continuar con la juerga.

Todos, en cuanto se vieron,

alegres se saludaron,

pidieron vino, bebieron

y, por supuesto, invitaron.

Y aquí tenemos al hombre,

que, con tanta libación,

salió al final del garito

presa de un gran colocón.

Y así, repleto de vino,

y también de atrevimiento,

fue a las vacas convencido

de ganarse un monumento.

No bien la valla pasó,

justo si pisó la calle,

la vaca lo vio, arrancó,

y, ¡ya estaba por el aire!

Eso le hizo el animal.

Sólo efectuó un ensayo:

lo tiró patas arriba

en menos que canta un gallo.

Se quedó el mozo tendido

justo en medio de la calle

como muerto, dolorido,

y sin conocer a nadie.

“Que le den agua y vinagre”

–una señora decía-

mientras pensaba el herido:

“Ésta me tiene manía,

habiendo vino abundante,

¿agua tengo que tragar,

mezclada con vino amargo?.

¡Son ganas de fastidiar!"

Y todos le preguntaban:

¿Qué te ha podido pasar,

es que no has visto a la vaca,

o es que te sentías mal?

¿Quién dice que andaba mal?

–contesta con cierto tino-

¡Es una cuestión de suerte,

son las cosas del destino!

Escrito está en las estrellas

lo que tiene que pasar.

Y en la mía estaba escrito

que hoy tengo un día fatal.

Cuando la vaca me vio,

yo la vi por duplicado

y sólo pensé en subirme

a la ventana de al lado.

Más, en vez de una ventana,

allí había una pareja,

relimpias, recién pintadas,

y cada una con su reja.

Cuando arremetió la vaca,

subí a la reja que no era

y, mira que mala suerte,

¡me cogió la vaca que era!

Perín de Buñuel