Tudela

La sabana de Monteagudo

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El descubrimiento

Si nos movemos por el Cabezo de las Yeseras, a las afueras de Monteagudo, podemos observar la majestuosidad del Moncayo y una sucesión de otras mesetas o cabezos que van perdiendo altura desde la Muela de Borja hasta la orilla del Ebro. Aunque las vistas sean bonitas, es difícil entender que sea ésta la razón por la que geólogos y paleontólogos de diferentes instituciones, tanto nacionales como internacionales, nos deplazemos cientos de km hasta este lugar. La respuesta es que su histórico yacimiento paleontológico de las Yeseras: enclave en el que se han extraído numerosos restos fósiles de mamíferos y otros vertebrados que vivieron entre hace unos 17 y 16 millones de años. En el Sector noroccidental de la Cuenca del Ebro hay otros lugares con restos fósiles de vertebrados. Tal es el caso de algunos yacimientos en las Bardenas y otros en la zona de Tarazona y El Buste. De todas maneras, el yacimiento de las Yeseras de Monteagudo es de gran valor paleontológico por ser el primer yacimiento con restos no cuaternarios encontrado en Navarra y el único en proporcionar abundantes restos de grandes mamíferos como el mastodonte. Geológicamente tiene gran importancia ya que se trata de un yacimiento clave a la hora de reconstruir la historia de la Cuenca del Ebro. Aunque tengamos otros yacimientos en el entorno, ninguno de ellos tiene registrado con restos fósiles el intervalo temporal que se cubre en las Yeseras de Monteagudo. Por ejemplo, tenemos los yacimientos de las Bardenas, que cubren los intervalos temporales que van entre hace unos 21 y 17,6 millones de años y entre 16 y 15,5 millones de años, y los del área de Tarazona y El Buste, que cubren entre 15,8 y 11,1 millones de años. Así pues, como se puede comprobar, el único yacimiento que nos podría dar información sobre lo que ocurrió en este entorno entre hace 17 y 16 millones de años sería el yacimiento de Monteagudo. Si consiguiésemos volver a localizar los niveles fosilíferos de Monteagudo tendríamos una serie de yacimientos que nos informarían sobre los cambios acecidos en este entorno, de una manera casi continua, desde hace 21 hasta hace 11 millones de años.

La primera vez que se realizó una reseña acerca de este yacimiento fue en 1919 por el padre agustino Fr. Eulalio Lacarra. Este fraile comenzó a recorrer la cantera de yesos en busca de los restos que salían después de cada voladura. Años más tarde, el jesuita Longinos Navás recogió material fósil en la cantera y después de revisar la colección del padre Lacarra publicó en el Noticiero de Zaragoza (Navás, 1925) un artículo sobre las yeseras de Monteagudo (Astibia et al, 1992). En los años 40 del pasado siglo los ilustres paleontólogos catalanes Miquel Crusafont Josep Fernández de Villalta se interesaron por el yacimiento después de visitar la colección del Padre Navás en Zaragoza y comenzaron una colaboración con el gran paleontólogo y geólogo navarro, el padre escolapio Máximo Ruiz de Gaona, quien se ofreció para revisar el terreno y continuar recogiendo fósiles de las yeseras.

Máximo Ruiz de Gaona recuperó todos los restos fósiles que pudo y mandó algunos de ellos a Barcelona para ser estudiados por Crusafont y Villalta. En 1946 publicaron un avance del estudio de los restos (Ruiz de Gaona et al, 1946), pero su investigación terminó con ese trabajo. Ya a finales del siglo XX el pamplonés Humberto Astibia, profesor de Paleontología de la Universidad del País Vasco, en colaboración con los doctores José Vicente Santafé, del Institut de Paleontología de Sabadell y Ana Mazo, del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, retomaron el estudio de los fósiles de Monteagudo, pero la explotación de los yesos ya había finalizado y lo que antiguamente habían sido las zonas de explotación de los yesos se habían convertido en vertederos de escombros, por lo que les fue imposible localizar la procedencia exacta de los fósiles de las yeseras. Por tanto, su estudio consistió en

llevar a cabo una revisión del material depositado en parte en el depósito arqueológico del Gobierno de Navarra, en el Museo de paleontología Miguel de Crusafont de Sabadell y, también, en el colegio de los PP. Agustinos de Valladolid (Astibia et al, 1987). Desde que el Dr. Astibia comenzara la búsqueda del estrato fosilífero hasta la actualidad se han realizado numerosas campañas de prospección pero sin ningún resultado positivo. A finales del mes de mayo de 2012 y por iniciativa del Ayuntamiento de Monteagudo, se ha vuelto a retomar la búsqueda del yacimiento y se han realizado una serie de catas. Aunque no se ha encontrado el yacimiento, sí se tiene constancia de la ubicación de una de las canteras de yeso explotadas antaño.

El yacimento de “Las Yeseras”

Los fósiles de las yeseras aparecieron gracias a la explotación de los yesos y fueron los operarios que trabajaban en la cantera los que encontraron los primeros restos que enseñaron al Padre Lacarra, quien en 1919 dio a conocer el hallazgo. Este cementerio antediluviano, tal y como describió el Padre Lacarra a los paleontólogos, nos ayuda a conocer cómo era el entorno de Monteagudo hace 17 millones de años. Con el prisma del paleontólogo, al mirar hacia el Moncayo veríamos una sabana como las que podemos ver en la actualidad en África.

En el Moncayo veríamos cómo nacían ríos que discurrirían hacia las Bardenas en las épocas de lluvia y entre los ríos podríamos observar grandes extensiones de pradera, en la cual pastarían manadas de grandes herbívoros, como mastodontes, rinocerontes, rumiantes paleomerícidos

y otros grandes mamíferos.

En ese momento, la Cuenca del Ebro no tenía una conexión con el mar, por lo que los ríos que nacían en la Cordillera Ibérica e, igualmente, los que provenían de los Pirineos, desembocaban en grandes lagos, como los que se dieron en el entono de las Bardenas reales de Navarra. Por esta razón, si mirásemos hace 17 millones de años hacia Tudela, posiblemente veríamos una masa boscosa rodeando algún gran lago, el cual, aún siendo el clima cálido, daría el agua necesaria para la preservación de estos bosques de ribera. Al no tener salida directa al mar, al igual que se rellenan los embalses, la Cuenca del Ebro se fue rellenando por el sedimento que venía de las montañas.

Esta situación se dio hasta hace aproximadamente unos 10-9 millones de años, que fue cuando se abrió la barrera que formaba la cadena Costero Catalana y el agua acumulada en la Cuenca del Ebro empezó a salir hacia el Mediterráneo. Este sería el momento en el que se puede decir que nació el río Ebro. Desde este momento los ríos dejaron de dejar sedimento, ya que éste era transportado hasta el Mediterráneo, por lo que comenzó una etapa de erosión del paisaje que todavía hoy continua. Si miramos a la Muela de Borja, que son las rocas terciarias más jóvenes que tenemos en este entorno, y si nos imaginamos que la capa que forma la cumbre era continua, podemos darnos cuenta de la cantidad de sedimento que se ha llevado el río Ebro en estos últimos 9-10 millones de años.

El Ayuntamiento de Monteagudo en colaboración con el Consorcio Eder, ha llevado a cabo el inicio de la recuperación del paraje de “Las Yeseras de Monteagudo”, con una actuación que ha sido realizada mediante el proyecto comarcal L.I.M (Lugares de Importancia Municipal) que ha sido financiado por la Unión Europea a través del Eje 4 LEADER.

Con el objetivo de fomentar y reivindicar la importancia que esta zona merece, se ha planteado la configuración de un “área interpretativa” basada en la recuperación y adecuación de este espacio para un uso turístico, al que en un futuro se espera ir añadiendo nuevos elementos e infraestructuras que contribuyan a crear un espacio

natural vinculado a los restos de megafauna que este lugar alberga.