Tudela

La casta de un torero navarro

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Los comienzos

A sus 25 años, el diestro tafallés Pablo Simón ha conseguido abrirse un hueco en el mundo de los toros, un entorno en el que no resulta nada sencillo hacerse con un nombre. Sin embargo, el camino que este joven torero ha tenido que recorrer hasta llegar al lugar que ocupa en la actualidad ha estado plagado de dificultades y, sobre todo, de mucho trabajo porque, como él mismo reconoce, “llegar a ser matador de toros es la profesión más dura que hay en el mundo, requiere mucho sacrificio, entrenar mucho, y dar siempre el máximo para no quedarse atrás. Además, los triunfos muchas veces no tienen la repercusión que uno espera, por ello, me siento un privilegiado por haber tomado la alternativa y estar donde estoy”.

El mejor día

Simón comenzó su andadura en la escuela taurina con 16 años. Sin embargo, su afición por los toros viene de mucho antes, “desde que era muy pequeño. Tuve un abuelo que era novillero, al que no conocí, pero he visto muchas fotos suyas. Además, cuando era niño me gustaba mucho ir a las vacas y a las capeas y, muchas veces, cogía el mantel de casa como capote para torear”. Pero no es lo mismo coger el mantel que la muleta, y por ello, para dar el salto al mundo profesional, Pablo Simón decidió apuntarse “de estrangis”, como él mismo apunta, en la escuela taurina.

Fue allí donde, poco a poco, y a base de mucho entrenamiento y también muchos golpes, aprendió todo lo que sabe. Unos conocimientos que fue ampliando observando también a las grandes figuras del toreo. “Yo me fijo mucho en otros toreros, soy como una esponja que absorbe todo. Me quedo siempre con lo mejor de cada uno” asegura.

Han sido muchas las satisfacciones que el mundo de los toros ha dado a este joven diestro tafallés, sin embargo, hay una que destaca muy por encima del resto, el día que tomó la alternativa. Simón no duda ni un momento al afirmar que aquella tarde del 20 de agosto de 2006, “fue el momento más feliz de mi vida. Tuve la alternativa soñada, la tarde perfecta y además, en casa. Corté tres orejas y rabo, y en todo momento tuve al público volcado conmigo. Fue un día muy bonito”. Pero no todo son satisfacciones y buenos momentos y es que, como todo diestro que se precie, Simón también ha tenido algún que otro susto. “Afortunadamente muchos se quedaron en volteretas, pero en 2005, sí tuve una cogida fuerte en Zaragoza”, reconoce. A pesar de todo, este torero sigue persiguiendo su sueño y esta temporada, con la alternativa todavía reciente, y con nuevo apoderado, espera cosechar grandes triunfos y, sobre todo, “tener la oportunidad de torear mucho y que se me tenga más en cuenta, porque a los toreros navarros nos cuesta mucho abrirnos un hueco”. Asimismo, también destaca que le gustaría torear en la Chata de Griseras, “porque es una plaza que me trae suerte”.