Tudela

En la Nochebuena de 2012

En la tarde de Nochebuena del año 2011, una abuela regresó a casa de su hijo desde la residencia de ancianos para ayudar a su familia. Llamó a sus dos nietos y les dijo: dejad

las maquinitas que os voy a contar un cuento. Se sentaron junto a ella y comenzó el relato:



Hace no mucho tiempo, a finales del siglo pasado, en un país muy cercano, para las gentes comenzaba la Navidad el 22 de diciembre con el sorteo de la lotería.



Ese día después de que a casi nadie le tocase la lotería. Las mujeres salían al mercado para comprar de acuerdo a sus posibilidades la mejor cena y comida de Navidad. En la Nochebuena después de cenar en la mayoría de las casas se cantaban villancicos y se tocaban zambombas y panderetas.



La noche vieja unos la celebraban en casa con la familia o con los amigos y otros muchos de cotillón. Y la gran noche para vosotros era la de reyes, que tras la cabalgata los niños se iban pronto a la cama, a no dormir.



Por la mañana, la mayoría de las veces, recibían los regalos que no pidieron en la carta. Pero a pesar

de eso, los que había les hacían

una gran ilusión. Y así era la Navidad para la mayoría de las familias.

Unas fiestas sencillas y entrañables.



Pero con el comienzo del nuevo siglo, un señor con bigote que mandaba entonces decidió construir muchas casas para que la gente tuviera trabajo y ganase dinero.



Y así ocurrió. La gente empezó a disponer de más dinero, pero les parecía que esa situación duraría mucho tiempo y pidieron a los bancos más dinero para comprar casas, coches, para irse de vacaciones…

Y los bancos no sólo se lo dieron, si no que les animaban a pedir más.



Los ayuntamientos junto a los grandes almacenes, decidieron adelantar la Navidad al uno de diciembre y encender grandes alumbrados para que así la gente comenzase a consumir antes y crear una “burbuja” de ilusión. Y lo hicieron, ¡vaya si lo hicieron! A partir de ese día, en los parking de los grandes almacenes no cabían los coches. En el interior con tantas compras los carros se quedaban pequeños.



Como la tradicional cabalgata de reyes quedaba muy lejana, se trajo de América un Papá que se llamaba Noel para que la gente regalara y consumiera más.



Llegada la Nochebuena y en las mesas de las casas había productos exóticos nunca antes vistos y vinos que supuestamente eran muy buenos porque eran muy caros. Se cenaba deprisa por que los niños querían ver los regalos de Papa Noel.



Naturalmente los niños entusiasmados o decepcionados e incluso cabreados si no les gustaban sus regalos, lo que menos pensaban era en cantar villancicos.



Los abuelos nos quedábamos un poco tristes porque esas no eran las Navidades que habíamos conocido. Pero éramos felices pensando que nuestros hijos se lo podían permitir. Pero de pronto la “burbuja” explotó y con ella muchas ilusiones.



La mayoría de la gente volvió a su realidad pensando que quizás debería no haber gastado tanto el dinero que no era suyo si no del banco. Otros, los que pensaron que esa “burbuja” duraría eternamente, sintieron que los bancos y el gobierno les habían engañado.



¿Qué os ha parecido el cuento? Preguntó la abuela a sus nietos.



Mirándola con cara de sorpresa el pequeño respondió: ¡Pues que no me ha gustado!



A lo que la nieta mayor replicó:

¡A mi sí, y nos puede servir de lección! ¡Feliz Navidad!