Tudela

El baile de esos locos bajitos

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La Revoltosa es una de las piezas folclóricas más características de nuestra ciudad. Una mezcla entre jota y pasacallea que es ejecutada, todas las noches durante las fiestas patronales en la Plaza de los Fueros, por la Banda de Música de Tudela.

Consta de dos partes muy distintas de velocidad, una es lenta y la otra rápida, se baila y se corre en torno al Quiosco de la “Plaza Nueva”. En sus primeros años llegó a tener un movimiento más, que consistía en invertir su marcha, pero tuvo que ser suprimido porque ocasionaba algún que otro accidente entre los propios corredores.

El creador de esta obra, convertida en una de las costumbres más populares de esta ciudad, fue el compositor y pianista tudelano Luis Gil Lasheras, que estrenó la pieza en las fiestas del año 1941, bajo el título “La Revolvedera”, cuando era director de la Banda Municipal de Música. El nombre con el que hoy todos la conocemos, “La Revoltosa”, se lo dio su predecesor en el cargo, Eliseo Pinedo. La obra se ha convertido con el paso de los años en una de las costumbres más populares de esta ciudad.

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Pero no sólo los mayores pueden danzar o practicar un poco de deporte con ella cada noche, después de la cena. Los pequeños de la casa, menores de doce años, también tienen su particular “Revoltosa” una vez al año, el 27 de julio, coincidiendo con el Día del Niño.


Según nos comenta el componente de la Banda Municipal, José Mª Díaz, “La Revoltosa” chiqui es idéntica a la de los adultos, lo único que cambia es su duración, que se ve reducida a quince minutos, y el ritmo al que se toca es un poco más suave en el caso de los niños, aunque también les hacemos correr”. “Lo que se pretende sobre todo es que pasen un rato agradable y entretenido, siguiendo el ritmo que marca la Banda”, apunta Díaz.


A pesar de que los músicos se saben a la perfección la partitura, a veces los nervios traicionan:“en los momentos de mayor tensión, cuando el ritmo marcado por el director de la banda es frenético, hay veces que notas que los dedos ejecutan totalmente solos la canción. Son momentos de mucha tensión pero también muy solicitados por todos los componentes de la banda”, dice Díaz.


“Me parece un acto muy original, curioso y bonito. Desde arriba la perspectiva que tenemos es un privilegio y como la partitura la sabemos de memoria, estamos con un ojo mirando al director y con otro miramos hacia abajo, para poder verlos correr”, comenta el miembro de la banda.



Los niños, que cada año “ven aumentado su número de participantes, se lo pasan de maravilla”, apunta Díaz.