Tudela

Desde Edimburgo, a la tierra a la que pertenezco

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Hace ahora un año que tomé un avión rumbo a Escocia dejando atrás mi familia, mis amigas, mi Tudela, esos rincones que me habían visto crecer y ahora me veían partir en busca de oportunidades.

No es fácil dejar el lugar al que perteneces para marcharte y aventurarte a un destino que desconoces. Por eso, os dedico y escribo estas líneas desde Edimburgo, tratando de transmitir la importancia de todo aquello que dejé atrás, de aquello que no sabía valorar desde la cercanía y que ahora aprecio desde la distancia.

El abrazo de unos padres, un cumpleaños en familia, la comida del domingo con los abuelos, una visita a Santa Ana, el ronroneo de mis gatos, las verduras de la Mejana, el 24 de Julio, unos pintxos por lo Viejo, los zuritos con la cuadrilla, el cierzo de la Ribera,

el no poder despedir a los que se marchan (hasta siempre prima Coque), el sonido de la gaita, el Ángel, dejarse la garganta en el Sadar, mis Bardenas, mi Moncayo, mi Ebro…

Hace unos días, leí esta cita: "Sólo en la agonía de despedirnos somos capaces de comprender la profundidad de nuestro amor". Así que me despido de vosotros (al igual que hice un año atrás) diciendo que esté donde esté, nunca me sentiré sola, porque siempre habrá una gente y una tierra a la que pertenezco y ahora comprendo la profundidad de mi amor.