Opinión

No todas las opiniones son respetables

El verbo opinar viene del latín opinari y significa ser de una opinión, creer algo, optar por ello. Este último artículo que escribo para esta revista es para intentar hacer entender que no todas opiniones son respetables. Hay infinidad de autores que han pensado y debatido mucho al respecto, voy a centrarme en dos de ellos, Karl Popper y Hannah Arendt. 

La paradoja de Popper, filósofo austriaco, nos viene a decir que:

"La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia. Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente. Pero debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, sino que, por el contrario, comiencen por acusar a todo razonamiento; así, pueden prohibir a sus adeptos, por ejemplo, que prestan oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñan a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas. Deberemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal". Tristemente, la segunda parte de la paradoja se está realizando.

Por otro lado Hannah Arendt, realizó un estudio sobre la sociedad alemana durante y después del nazismo y su poca empatía con la situación vivida por gitanos, judíos y homosexuales. El proceso de Eichmann en Jerusalén plasmado en “Un estudio sobre la banalidad del mal” marcó un antes y un después en el pensamiento filosófico y jurídico a la hora de acogerse a la norma de “eran órdenes recibidas”. Para Arendt, Eichmann no era el «monstruo», el «pozo de maldad» que era considerado por la mayor parte de la prensa. Los actos de Eichmann no eran disculpables, ni él inocente, pero estos actos no fueron realizados porque Eichmann estuviese dotado de una inmensa capacidad para la crueldad, sino por ser un burócrata, un operario dentro de un sistema basado en los actos de exterminio guiado por la propaganda de Goebbels y las opiniones vertidas por Hitler en “Mein Kampf” sobre la supremacía alemana respecto al mundo. Sobre este análisis Arendt acuñó la expresión «banalidad del mal» para expresar que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de sus actos, solo por el cumplimiento de las órdenes. La tortura, la ejecución de seres humanos o la práctica de actos «malvados» no son consideradas a partir de sus efectos o de su resultado final, con tal que las órdenes para ejecutarlos provengan de estamentos superiores. Hannah Arendt discurre sobre la complejidad de la condición humana y alerta de que es necesario estar siempre atento a lo que llamó la «banalidad del mal» y evitar que ocurra.

Hoy la frase es utilizada con un significado universal para describir el comportamiento de algunos personajes históricos que cometieron actos de extrema crueldad y sin ninguna compasión para con otros seres humanos, para los que no se han encontrado traumas o cualquier desvío de la personalidad que justificaran sus actos. En resumen: eran «personas normales», a pesar de los actos que cometieron.

¿Y todo esto a qué viene?  Viene en respuesta a una conversación mantenida con el editor de esta revista sobre el artículo firmado por Pedro Pérez Martín y su “Feminismo con pedrada”. Artículo que destila odio en cada una de sus palabras, conceptos apropiados por la familia católica, que hoy en día están, creía yo, superados. Países que se rebelan “valientemente” contra estas políticas, justo países con una más que dudosa democracia, la Hungría de Orban que ve a los musulmanes “no como refugiados, sino como invasores” y castigando con prisión a los que ayuden a inmigrantes. La Unión Europea está mirando con lupa a Polonia, hay documentos denunciando la situación democrática en Polonia. Esto se debe a que ante el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) están pendientes los asuntos para declarar la existencia de un riesgo claro de una violación grave de los fundamentos axiológicos de la Unión Europea (incluyendo libertad, democracia, Estado de Derecho y derechos humanos). La Italia de Salvini optaba por ametrallar las pateras.

No nos vayamos tan lejos, en España, la justicia ha fallado diciendo que no había odio en la expresión realizada en un chat de WhatsApp por militares retirados explicando que “habría que fusilar a 26 millones de españoles”. Si eso no es odio…

Más conocido Federico Jiménez Losantos, locutor y creador de opinión de EsRadio, "Veo a Errejón, a la Bescansa, veo a la Rita Maestre y me sale el monte, no el agro, el monte, si llevo la lupara disparo. Menos mal que no la llevo". Todo muy respetable y educado.

Señor editor, entiendo que usted tiene que mantener su revista y la publicidad que algunos le otorgan, lo entiendo, de verdad. Pero yo no haré nunca de colaborador en una revista que acoge opiniones que no son respetables, que destilan supremacismo blanco, católico y heterosexual. Que son racistas y en su mejor imagen optan por una “inmigración ordenada” ¿quién le pone puertas al hambre? ¿al miedo a las violaciones sistemáticas? ¿a la ablación de niñas y jóvenes en el África subsahariana? Claro, exigimos una inmigración ordenada en la que entre gente con estudios y que puedan realizar nuestros trabajos peor remunerados. Cínicos. En los años 50 y 60 en Norteamérica eran muy respetables las opiniones que negaban el acceso a la universidad de la población negra, eran muy respetables las opiniones que manifestaban su orgullo al distinguir entre baños para gente de color “Coloured” y baños para gente blanca “White”. Eran muy respetables las opiniones que manifestaban la diferenciación en los asientos en los autobuses para gente de color (atrás, últimos sitios del autobús) y el resto.

Hoy día, además de estos ejemplos, podemos poner otros. Discriminación por el hecho de ser mujer, discriminación por orientación sexual, discriminación por religión, y según usted, todas opiniones son respetables. Adiós.