Breve historia de mi conciencia


No sé cómo pudo suceder. Tan sólo recuerdo que me despisté un instante mientras subía el volumen de la radio. Luego oí un golpe sordo y un grito ahogado. Detuve el coche bruscamente. Me volví hacia atrás y comprobé que había un cuerpo inerte tendido en la carretera. Miré a mi alrededor: nadie. Por un momento pensé en huir. No me gustan los líos. Pero mi conciencia, maldita sea, me lo impidió. Bajé del coche y comprobé que aquel hombre estaba muy malherido. Le costaba respirar. Sin saber muy bien cómo, traté de reanimarle y milagrosamente funcionó. Lo aparté de la carretera y pedí ayuda por teléfono. Entretanto, el hombre abrió unos ojos turbios que intentaron una mirada de agradecimiento. Le creí a salvo y me fui. No me gustan los líos. De esto hace tres meses y hasta hoy no he estado tranquilo pensando en si finalmente aquel hombre consiguió sobrevivir. Es por mi maldita conciencia. Digo hasta hoy porque hoy he vuelto a ver su rostro enjuto. Ha sido en el periódico. Está vivo, efectivamente y dicen de él que ha matado a su mujer y a su hija. Dicen además que son las víctimas 36 y 37 de la violencia machista del presente año. Es un golpe duro. Intento convencerme de que era imposible saber lo que aquel hombre iba a hacer y fracaso. Una voz me susurra que pude evitarlo y que soy culpable y que tengo que pagar por ello. La voz acaba atronando. Es mi maldita conciencia y sé que tendré que hacer lo que dice para que me deje tranquilo de una vez.