Opinión

La decepción de Pablo Iglesias e Irene Montero

A estas alturas todos hemos podido ver los diferentes tuits, videos y textos en los que los dirigentes principales de Podemos criticaban la manera de vivir de otros políticos, que optaban por adquirir lujosas viviendas en diferentes espacios de la geografía nacional y del extranjero. Este discurso, que representaba a la perfección la diferencia de clase existente entre quienes conforman la élite de un país y quienes no forman (ni formarán) parte de ella, catapultó a Podemos al Congreso con hasta cinco millones de votantes. 

La palabra que más se ha podido leer en los perfiles de internet de ambos dirigentes en estos últimos días por seguidores y votantes suyos es “decepción”. Existe una diferencia bastante grande entre quienes te critican porque no comparten tus planteamientos políticos y quienes sí lo hacen, pues son estos quienes te votan. Y si eres un líder político, ello debería importarte. Los intentos de Pablo Iglesias e Irene Montero por explicar su decisión de la compra de un chalet no se han entendido. Y no solo no se ha comprendido sino que tampoco han faltado esfuerzos por intentar explicarlo, a menudo bastante mal, consecuencia de una falta de razón absoluta. 

En sus comunicados sobre el caso hablan de la necesidad de adquirir esta propiedad porque el acoso que sufren les obliga a alejarse de Madrid, como si no hubiese otros chalets por la mitad de precio en la misma zona. También añaden que no es tanto dinero, que pagan 800€ cada uno. Podrían dividirlo después entre cada uno de los miembros de la futura familia y decir que son tan solo 400€ por cabeza. Sin embargo, la realidad es que un hogar medio español no desembolsa 1600€ de hipoteca al mes, más todos aquellos gastos derivados del mantenimiento de la vivienda (especialmente para ese envidiable jardín). 

Irene Montero añadía que ellos han adquirido esta vivienda “para vivir”, no para especular. Tienen razón en ello, pero no es menos hipócrita (otra de las palabras que más les han dedicado en sus perfiles) que desconocieran si el ático que se había comprado Luis de Guindos era también para vivir. Entendemos, pues, que si el chalet tiene únicamente fines habitacionales, si el día de mañana pretenden abandonarlo, no lo venderán por el valor de mercado sino por el mismo de compra.

Decepcionante resulta también que Monedero tenga que “mentir” a la ciudadanía diciendo que van a pagar solo 500€ al mes para, tras ver que eso no es así o no nos los creíamos, jugar después un papel victimista en el que denuncia el acoso que sufren Pablo Iglesias e Irene Montero. E igual de decepcionante resulta que no haya críticas de diputados de la formación que debieran ver en esta compra un gesto de ostentosidad y, sin embargo, salen a la defensa de ambos. 

La hipoteca que ambos han adquirido la pretenden pagar en unos treinta años. En este sentido, y al margen de las dos pequeñas empresas que pueda tener Pablo Iglesias, que tampoco cotizan grandes cantidades, una pregunta se nos queda en el tintero a quienes pretendemos entender cómo van a pagar el chalet. Las opciones que nos quedan son dos y ninguna nos convence del todo: 1) o bien pretenden servirse del salario vitalicio que tienen como diputados y no tienen intención de renunciar a él; 2) o tienen la prepotencia de pensar que les vamos a seguir votando para que puedan pagarse semejante ostentosidad. Elijan ustedes. 

El problema, e insisto en ello, no es de legalidad. Ellos con su dinero harán lo que quieran. Es una cuestión de coherencia ideológica. No se puede criticar que los políticos están lejos de la ciudadanía e irse a un retiro, igual que no se puede gritar que la clase política no vive como “la gente normal” y adquirir una hipoteca de más de medio millón de euros. Esta adquisición no los vuelve peores personas, los dirigentes del Partido Popular, Ciudadanos y el Partido Socialista dejan, de lejos, muchísimo más que desear, pero al menos presentan mucha menos hipocresía. No se puede hacer un discurso de vivienda digna desde una casa así. El día a día bajo este techa será el que haga que se olviden de las dificultades de la gente “normal”. Tampoco es que se sea peor político por vivir de lujo, pero sí que se empatiza bastante menos con la sociedad sobre la que se gobierna (y esta frase es de ellos, no mía).

“Con su dinero harán lo que quieran”, dicen algunos. Y hacen bien en recordarlo. Insisto, no es una cuestión de legalidad sino de coherencia política. Si tanto pueden hacer con su dinero, no veo por qué no se han comprado una casa más cara o empiezan a adquirir yates. Si quisiéramos un gobernante que dice ser de izquierdas, que defiende la redistribución de la riqueza y vive también en una mansión y navega cómodamente por el mar, votaríamos a Felipe González, que además tiene experiencia de gobierno.

En política a la hora de votar las palabras deben ser medidas y creídas a medias. Un buen consejo para juzgar y que nos sirve a los votantes lo traslada la Biblia, en donde se dice que “por sus hechos los conoceréis”. De la misma forma que observamos con asombro la hipocresía dialéctica de un Ciudadanos que ataca al gobierno y luego vemos con pasmosa tranquilidad cómo lo apoya, o la forma en la que el PSOE dice ser de izquierdas y luego actúa de manera contraria, o del PP cuando se presenta oralmente como azote de la corrupción y después nos recuerdan sus dirigentes que hacen poco o nada para atajarla, tampoco sirve de mucho que en esta ocasión Pablo Iglesias e Irene Montero nos trasladen en palabra, por texto, post o tuit lo mucho que les importa la “gente normal” si luego viven de esta forma. Unas cosas son las palabras y otra los hechos. A lo mejor nos hemos equivocado de partido los demás, a lo mejor se han equivocado de partido ellos.