Opinión

Uniforme de fiestas y otros uniformes (escrito impopular)

En los policías, militares, sacerdotes..., el uniforme indica la función que cumplen sus portadores, y la uniformidad en el vestir expresa que todos hacen lo mismo, que el “yo” (lo diferente) es ahí secundario y está subordinado a lo principal que es la función (¿el hecho de que bastantes sacerdotes no vayan vestidos ya con su uniforme indica complejo de inferioridad o vergüenza por su función?). Si aplicamos esto al vestido blanco-rojo que se ha impuesto en Navarra como uniforme de las fiestas patronales, resulta que el uniforme indica que todos los uniformados hacen lo mismo, que lo diferente es secundario y está subordinado a lo principal, la función, la fiesta. Pero si es así, estamos ante una fiesta o una juerga no pluriforme, no variada, no imprevisible, sino uniforme, repetitiva, sin espontaneidad, aburrida (¿no es así la juerga de las peñas en la plaza de toros de Pamplona, siempre las mismas canciones etc.?). En una juerga de las de verdad, el yo del juerguista trata de hacer lo que le viene en gana, de ponerse el mundo por montera, de liberarse de lo rutinario, de la uniformidad, de la repetición. Resulta en ese sentido contradictorio ponerse para la juerga un uniforme de juerga. 

Otro tipo de uniforme es el de los hinchas de los equipos por ejemplo de fútbol. Aquí la uniformidad vistiendo la camiseta o la bufanda del equipo expresa que todos coinciden en sentir entusiasmo por lo mismo, por el club. Si lo del uniforme blanco-rojo va por ahí, expresa que los que lo llevan coinciden en sentir entusiasmo por la fiesta. Se entiende entonces que sean los críos y la gente joven quienes se lo pongan con más ganas porque para ellos es fácil que la vida sea una fiesta. Además, sus madres los han uniformado desde niños y es un dogma. Pero la vida de un adulto no suele ser una fiesta, y resulta extraño su entusiasmo por la fiesta y por su uniforme. Aunque como en la fiesta cabe desde la borrachera y la juerga nocturna hasta la procesión con el santo patrón, quizás parte de esa gente mayor uniformada lo que expresa es que comparte el entusiasmo por lo segundo, como los que van a la misa de la escalera durante el año. O acaso expresen que recuerdan con agrado las fiestas de su juventud, o que comparten cierto pamplonesismo entusiasta, o tudelanismo o tafallismo etc., que recuerda al ingenuo “mi pueblo es lo mejor”. Con todo, tanto “yo” que exhibe al uniformarse su integración en lo colectivo, indica espíritu gregario. El éxito del uniforme revela también una sociedad tradicionalista, creadora y mantenedora de tradiciones. Ya lo fue en el pasado, sólo que entonces lo era con respecto a asuntos de más enjundia que esta simplea insustancial..

Para una visión marxistoide, la uniformidad en el vestir en las fiestas es una forma de tapar las desigualdades sociales, de exhibir una igualdad engañosa y de promover el conformismo al imponer un clima social que empuja a creerse o a aparentar que uno está integrado, satisfecho con su lugar en esa sociedad, feliz; que no es un inadaptado, un descontento. Las fiestas y el uniforme, una dosis del opio del pueblo.

Una juerga expresa también la alegría de vivir, la satisfacción de estar en el mundo. Es un intento de vivir intensamente y de sentir cierta sensación, por supuesto engañosa, de inmortalidad. Si el uniforme de fiestas expresa algo de esto, es comprensible otra vez que se lo pongan con entusiasmo los críos y jóvenes sanos y sin grandes problemas. Sólo ellos pueden sentirse engañosamente inmortales. Resulta poco comprensible ese sentimiento en un adulto, y patético en un viejo.