Opinión

Rigor para lo de los demás, pero no para lo mío

Quien exige rigor a los demás, pero no se lo exige a sí mismo no resulta creíble. Peca de subjetivismo, de egocentrismo, y será por eso incapaz de reconocer que su postura es insostenible. Un ejemplo real podría ser el del diputado de Podemos Echenique. Seguro que Echenique no defiende que los empresarios se salten las leyes que protegen a los trabajadores, sino todo lo contrario, que les exige cumplirlas. Es riguroso con los demás. Pero al mismo tiempo él no pagaba la seguridad social de un empleado suyo. Exigía rigor a los demás, pero no a él mismo. Siendo una situación diferente, algo parecido pasa con García Adanero y Sayas en el culebrón de la reforma de la legislación laboral.

Hay una primera cuestión que ya resulta clave: Adanero y Sayas asistieron el lunes 31 a una reunión de la ejecutiva de UPN en la que ambos aceptaron (junto con los demás) la posibilidad de dar un sí a la reforma de la legislación laboral si se conseguían contrapartidas suficientes por parte del PSOE. Además, aceptaron que fuera la cúpula del partido la que negociase esas contrapartidas y decidiera. Al aceptar esto, se comprometieron a aceptar lo que la cúpula negociase y acordase. Pero no han cumplido su compromiso. Aparentaron aceptar lo que decidiera la cúpula, pero en realidad -callándoselo- lo aceptaban sólo si decidía lo que ellos quisieran. En definitiva, uno y otro se han situado finalmente por encima de todo. Han hecho trampa en el juego. Comprometidos a que la decisión fuera de la cúpula, han hecho que fuera la suya. Quien hace trampa pierde toda credibilidad. La única forma de recuperarla al menos en parte es reconocer el error dimitiendo, pero como hemos dicho, el egocentrismo suele hacer que uno sea incapaz de reconocer que su postura es insostenible (ahí está Adanero diciendo que nadie le va a dar lecciones. Seguro que Echenique diría lo mismo).

Hay una segunda cuestión. La conciencia de Adanero y Sayas ha sido rigurosa a la hora de juzgar lo acordado por la cúpula de su partido, y ha considerado que esa decisión es incompatible con sus principios políticos personales. Rigor y principios para juzgar lo de los demás, pero ningún rigor si se trata de lo suyo, de sus intereses. Si hubieran sido rigurosos también con lo suyo, habrían reconocido que no son diputados por ser quienes son, sino por ir en las listas de UPN. Habrían dicho: “mi conciencia rigurosa me impide votar aquello con lo que no estoy de acuerdo, y no voy a votarlo. Pero mi conciencia rigurosa reconoce que no soy diputado por mi cara bonita sino por UPN, y que no debo traicionar a mi partido y causarle un daño grande. Más habiendo asistido a la ejecutiva y habiendo aceptado que decidiera la cúpula. Por tanto, abandono el escaño sin votar lo que mi conciencia me impide votar”. Pero no. Han venido a decir: “voy a seguir en mi escaño, con mi buen sueldo, como si los electores me hubieran elegido a mí por ser quien soy y no por ir en una lista de UPN”. Ningún rigor para lo suyo. Postura insostenible.