Opinión

Pedro el…

Gran noticia que el CGPJ haya dictaminado que la Ley de Memoria de Sánchez es un ataque a la libertad. Con esa ley, se trataba de manipular la historia y de imponernos su “fake” historia. Y ya que estamos, es interesante hacer un ejercicio práctico de historia: recordar reyes que han pasado a la posteridad con un adjetivo tras su nombre, y ver cuáles de esos adjetivos le cuadran y cuáles no al que ataca a nuestra libertad”. 

Empecemos con los positivos. Por ejemplo, con Alfonso X el Sabio. El ególatra Sánchez se creerá quizás sabio con su ¿copiada? tesis doctoral, y si ha tenido la desfachatez de dar a su mujer una Cátedra en la Complutense sin ser licenciada, cualquier día se puede autonombrar Catedrático y Rector vitalicio de la Complutense. Pero si le importase la cultura, no habría aprobado la ley de educación de Celaá que baja enormemente la exigencia en el estudio y el nivel cultural de las clases humildes. Y no regalaría millones de euros a televisiones que le apoyan y hacen teleporquería que degrada a los españoles.

Sigamos con Carlos III el Noble: Si tuviera nobleza, no habría pactado con los enemigos de España para gobernar y para favorecerles perjudicando a España: ni con golpistas ni con Bildu ni con el PNV. No permitiría planes de estudio que llevan a los alumnos a sentirse extranjeros en España y que tratan al español como un idioma extranjero. Por eso, más que “el Noble”, viene a ser “el Felón”, como Fernando VII. Quizás peor, porque si Fernando VII antepuso muchas veces su interés egoísta, Sánchez lo hace siempre. 

¿Y qué decir de Felipe el Hermoso? Sánchez se sabe guapo y va de ello, pero le iría más “el Chuloplaya”, porque chulo es un rato. Valdría para modelo, pero no para presidente. 

No olvidemos lo religioso, muy importante en nuestra historia. Por ejemplo, a Fernando III el Santo. ¿Te imaginas a Sánchez santo? Ni mentiría, ni haría trampas, ni antepondría su interés egoísta al bien de España, ni sembraría el enfrentamiento entre españoles con su ley de Memoria etc. Y comparado con Isabel la Católica viene a ser “el Anticatólico”. Isabel consiguió la unidad de España y éste se alía con los que quieren romperla. Como España ha sido católica en su historia, éste aborrece esa historia y hace otra opuesta, promocionando el aborto, la eutanasia, la ideología de género o la perversión de los niños “educándolos” en ideas contrarias a las de sus padres católicos. Una joyita. 

Cambiemos de signo: con Pedro I el Cruel. Como aquél, este Pedro puede ser todo lo cruel que le convenga para tener el poder. Frío, calculador, cero empatías, despiadado. Los muertos por Covid le preocupan solo si perjudican su imagen. Abandonó a los ancianos. Cruel con las víctimas de ETA, mima a los asesinos. Vengativo y despiadado (preguntarle a Susana Díaz). Un enemigo de cuidado. 

Vayamos a dos figuras trágicas de nuestra historia. Una, Carlos II el Hechizado. Sánchez está como hechizado, obsesionado por el poder, y para conseguirlo se salta todo principio o toda línea roja que pueda ser un obstáculo. Totalmente maquiavélico y amoral. Otra, la pobre Juana la Loca. Obviamente éste no está loco, pero con bastante razón dicen de él que es un psicópata por su egolatría patológica, por su falta de empatía y de principios, por su amoralidad. 

Por no alargar más, acabemos con nuestro Carlos II el Malo. Con lo ya visto, está claro que le va el adjetivo, incluso que “el Malo” se queda corto. Más adecuado para el peor presidente de la democracia, sería “el Nefasto”. 

Lo anterior da ya un retrato robot del personaje. En el Oeste, quizás ese retrato aparecería en carteles en los que pondría “WANTED” y “REWARD...”. Aquí es presidente.