Opinión

Patriotismo y fútbol

Hay locutores de fútbol televisado que le echan pasión y exageran en sus comentarios, de modo que puede haber diferencias entre lo que el espectador oye y lo que ve. Con todo, no se ha llegado aún a la exageración de llamar “guerra mundial” a ese combate incruento entre naciones que es el campeonato mundial de fútbol.

Para declarar y mantener el combate cruento que es la guerra, hay que encender el patriotismo, la pasión y el entusiasmo de las gentes. Pero se da la feliz casualidad de que el fútbol enciende también el patriotismo, la pasión y el entusiasmo de las gentes. Por eso el fútbol podría ser un buen sustituto de la guerra. Las naciones podrían comprometerse a dirimir sus conflictos en vez de mediante combates cruentos, con el incruento fútbol. Por ejemplo, Rusia y Ucrania podrían decidir quién se queda con el Donbass luchando con el balón. ¿A un solo partido? Parece poco. Mejor jugar cien o doscientos partidos, día sí y día también, hasta que las gentes ucranianas y rusas acabasen cansadas, con ganas de terminar, y dispuesta a aceptar el resultado final fuese el que fuese.

Parece que los españoles somos bastante patriotas en eso del fútbol. Esperamos con impaciencia los partidos, los vemos con entusiasmo, celebramos los triunfos, nos hemos hundido al ser eliminados. Pero hay un primer “pero” a ese aparente patriotismo: ¿por qué aceptamos no decir “la selección española” y sí en su lugar “la Roja”? ¿Por qué los comentaristas deportivos han impuesto eso de “la Roja”? ¿Por maricomplejinismo ante los nacionalistas vascos y catalanes? Me temo que algo de eso hay. Si es así, nuestro patriotismo futbolístico es un patriotismo acomplejado, cobardica.

Los campeonatos internacionales de fútbol cumplen esa función, a mi juicio buena, de reavivar el bastante apagado patriotismo de los españoles. El segundo “pero”, o la duda sobre él es: ¿Hay patriotismo en nosotros sólo en el fútbol o el patriotismo es general y se da en todos los ámbitos? Si fuera lo primero, sería un patriotismo de chichinabo, superficial, muy insuficiente, porque se daría en un asunto secundario y no en lo importante. Sería un patriotismo imbécil. Si fuera lo segundo, los españoles querríamos que España fuera exitosa y triunfadora también o sobre todo en otros muchos ámbitos: en economía, en política, en educación, en ciencia ...

¿Qué pasaría si nos enterásemos de que Luis Enrique había entrenado a España compinchado con nuestro enemigo deportivo Marruecos? No lo soportaríamos y exigiríamos su destitución inmediata. Igualmente, si nuestro patriotismo fuera no sólo futbolístico sino completo, no soportaríamos a Pedro Sánchez ni a su PSOE, ni a Podemos, ni a Izquierda Unida, ni a Chivite ni a su PSN, que gobiernan compinchados con los enemigos de España que quieren su derrota y destrucción. Probablemente nos echaríamos a la calle a protestar contra esa felonía. Y sobre todo, en las próximas elecciones nuestro patriotismo les aplicaría un correctivo que los dejaría tiritando, una derrota que les quitaría para siempre las ganas de repetir su política antiespañola.

No tardaremos mucho en comprobar si nuestro patriotismo es imbécil o es inteligente.