Opinión

Momentos fiesteros

Las fiestas nos ofrecen la posibilidad de vivir en los toros momentos hermosos. Uno es el paseíllo. Al salir a la plaza, toreros y cuadrillas se paran unos instantes y llevan a cabo el primer ritual, el saludo entre ellos. Algunos hacen además la señal de la cruz en el suelo con la zapatilla, otros se santiguan. Todos están serios, quizás con miedo. Salen a enfrentarse a la muerte elegantemente vestidos, envueltos en el rico capote de paseo. La escena recuerda a los espartanos que defendieron las Termópilas. Antes de empezar el asalto, los persas mandaron observadores para ver qué hacían Leónidas y los suyos. Volvieron diciendo que se estaban peinando sus largas cabelleras, haciéndose trenzas. Estaban poniéndose guapos para enfrentarse a la muerte. Encarar la muerte con elegancia (¿no hay ahí en el fondo una afirmación de inmortalidad?) sólo está al alcance de héroes: espartanos, toreros, mártires ... Su heroísmo contrasta con el decadente hedonismo, la blandenguería y la cobardía de nuestro mundo. Pasados esos segundos empieza el ritual del paseíllo. Desfilan como presumiendo, como si fueran inmortales. El miedo parece haber quedado atrás.