Opinión

El documental sobre Sánchez

El rodaje del documental sobre el día a día del presidente del gobierno en Moncloa empezó en febrero, pero el contrato que concede el derecho a rodarlo no se publicó en el BOE antes de comenzar el rodaje (es lo lógico), sino el 9 de septiembre. Chapuza. Muchos creen que hay delito de malversación porque usa el dinero público en beneficio privado; y fraude de ley porque lo ha concedido a dedo, sin concurso público. Es posible. Lo suyo es hacer su non sancta voluntad como sea, no el respeto a la ley (ahí están sus confinamientos ilegales, su indulto a delincuentes golpistas, sus pactos con ellos …). 

Desde Moncloa se ha lanzado el mensaje de que en otros países democráticos se han hecho documentales de este tipo, pero Sánchez miente también ahí. No es verdad que un presidente de gobierno o un Jefe de Estado democráticos hayan hecho algo así DURANTE EL EJERCICIO de su presidencia o de su jefatura. 

Hay algo que podría llamarse “pudor (o decencia, o vergüenza) democrático” que impide por ejemplo mentir a los ciudadanos. O impide dar un pucherazo (alguien intentó darlo para favorecer a Sánchez en una ejecutiva del PSOE). O hacer debates políticos dándose a sí mismo una ventaja indecente (en el último debate con Feijóo en el Senado, el del PP solo pudo hablar 27 minutos mientras que el sin pudor Sánchez habló 132, un ventajista impresentable). O gobernar de acuerdo con los que quieren destruir el país. O hacer exhibicionismo obsceno ante las cámaras en un documental de autobombo etc. Sánchez no tiene pudor ni decencia ni vergüenza democrática. Por eso es peligroso. 

Este tipo de documentales son propios de dictadores que, por carecer de ese pudor, promueven el culto a sí mismos. Kim Jong-Un (Corea del Norte), Xi Jinping (China), Ortega (Nicaragua) y Maduro son muy capaces de hacerse un documental así y difundirlo. Y en el pasado aquí lo hizo el dictador Franco. Los viejos del lugar recuerdan “Franco ese hombre”, una película que ensalzaba la figura del caudillo. Y ahora Sánchez. Conociendo su narcisismo, no hay duda de que el documental es para su lucimiento, pura propaganda. Merece titularse por todo eso como el del dictador, “Sánchez ese hombre”. Y dado el poder de la izquierda (el club de la zeja) en el mundo del cine, es probable que en los premios Goya del año que viene los triunfadores sean Sánchez y su documental, como pasaría en toda dictadura. 

En su afán de autobombo, el vanidoso Sánchez quiere exhibir buenismo y ha “exigido” desde su fingida bondad que el 20% de los beneficios de la serie vaya a alguna ONG que Moncloa elegirá. Otra vez falta de pudor democrático, de vergüenza.

Sánchez ha regalado millones de euros a las grandes cadenas de televisión. ¿Para qué? ¿Para que no le favorezcan? Sin embargo, parece que ninguna de ellas quiere comerse el marrón de difundir el dichoso documental. Saben que Sánchez no interesa, que no es creíble (en su última entrevista en TV 1, hubo una cuota de pantalla del 5,9% (6,7% si se suma la del 24 Horas), que fue inferior a la media diaria de la cadena (6,9%) y a la del informativo que precedió a su aparición (9,6%)). Y no quieren aparecer como descaradamente prosanchistas. Prueba de que el documental lo es.

Sánchez es actor en ese documental. Un actor actúa, no tiene por qué creer en lo que dice y hace. “Actor” es la palabra que mejor define a Sánchez como político: actor que no cree en lo que dice ni en lo que hace, que lo que dice y hace, lo dice y lo hace no porque crea en ello, sino para tener éxito. Un político sin principios ni escrúpulos, una joyita.

¿Y si Chivite se atreviera a pensar que no debe haber machismo sino igualdad, y que si Sánchez se hace un documental ella no ha de ser menos y se hiciera otro? Sería otro despilfarro más de los suyos. Sería también grotesco. Como el de Sánchez.