Opinión

Demasiado populismo

Algunos rasgos de los políticos populistas son hablar en nombre del pueblo, apelar a los sentimientos más que a la razón para atraer a los votantes; halagarles y decirles lo que les gusta oír; ofrecerles una visión parcial, sesgada, de la realidad; eludir problemas difíciles; ofrecer para problemas complejos soluciones simplistas que llevadas a la realidad fracasan; tender a la demagogia, al caudillismo... Lo de ser populista no es cuestión de sí o no, de todo o nada, sino de más y de menos. Lo vemos, pero nos ahorramos hablar de Podemos porque su populismo es unánimemente reconocido.

Los líderes nacionalistas vascos y catalanes hablan en nombre de sus pueblos como si el pueblo estuviera encarnado en ellos y hablara por su boca. Esa creencia absurda conlleva la pretensión poco democrática de que ellos merecen en exclusiva gobernar a esos pueblos, y una antidemocrática añoranza de ser el único partido. Además, como el populismo, usan y abusan de los sentimientos (amor a lo propio, odio a España...) y halagan al pueblo (raza superior etc.). Ofrecen también una visión de la realidad peor que sesgada: falsean la historia y la realidad para crear un falso victimismo, exigir privilegios ... Se empeñan en posturas simplistas (“nos apetece la independencia, luego tenemos derecho”) y en recetas que fracasan (independentismo catalán y bildutarra). Por tanto, populismo.

Los “progresistas” (Sánchez, Chivite...) presumen de ser moral e intelectualmente superiores. En esa imaginaria superioridad laten también las poco democráticas pretensiones de representar mejor que nadie al pueblo y de merecer más que nadie gobernarlo, y la añoranza de ser partido único. También el ególatra Sánchez tiende al caudillismo, lo suyo es el aplauso, el liderazgo triunfal, el culto al líder. Además, la mentira y la propaganda engañosa son esenciales en él, luego no se dirige a la razón, es un manipulador y un demagogo como los líderes populistas. Sus recetas están llevando al fracaso sanitario, económico, educativo y político. Por tanto, populismo.

A nivel general, los partidos componen sus programas con ofertas que suenen bien a los oídos de los votantes diciéndoles, como hace el populismo, lo que les gusta oír. Y como en el populismo, no se afrontan problemas que puedan exigir soluciones difíciles o dolorosas: invierno demográfico, deuda disparatada, pensiones, riesgo de ruptura de España, cesiones a los independentistas, bajo nivel de la enseñanza, su manipulación para fines separatistas, inmigración ilegal… Los problemas que están en primer plano son los de ellas, ellos, elles. Prima la política populista del avestruz. Hasta el Tribunal Constitucional es desvergonzadamente populista: lleva diez años sin querer afrontar el recurso contra la ley Aído del aborto, aún no ha resuelto un recurso contra el primer estado de alarma cuando ya acaba el segundo... Este eludir problemas provoca un vacío: muchos se sienten mal representados por sus teóricos representantes.

Otro ejemplo de eludir populistamente problemas tiene que ver con la ingeniería social (ideológica, educativa, cultural) que la izquierda lleva a cabo sin descanso en España (Ley Aído, de Memoria Histórica, de Violencia de Género, Celaá…). Cuando está en la oposición, la derecha critica lo que después en el gobierno no se atreve a cambiar. Asume así un modelo de ser humano y de sociedad que no es el de muchos de sus votantes, que ven que sus representantes no les representan. Demasiado populismo. Vox ha nacido y tiene tirón porque saca a la palestra esos problemas desatendidos por otros.