Sin lugar a dudas, nuestra economía hace aguas por demasiadas partes o al menos de boyante, pues nada.
Esta España de la piel de toro que convive obra y gracia de la diosa chiripa fundamenta su economía en el Turismo y en una galopante especulación inmobiliaria que la aleja del desarrollo, la investigación y la productividad bien entendidas.
Se dice que el nuestro es el país de los servicios donde, eminentemente, el tejido industrial campa por sus destinos con desigualdades manifiestas y éxito difuso, y en nuestra querida Navarra ésto queda bien patente viendo la proyección de empresas como Azkoyen que abren mercados en el exterior y marcan pautas en su sector mientras otras como Volkswagen hacen temblar nuestra viabilidad de comunidad histórica pero pequeñita porque la firma busca resultados y sus trabajadores más horas libres.
Casi 31’5 millones de turistas nos han visitado ya, -pero están menos días y gastan menos según los estudios-, de modo que si no les vendemos pisos y sol, y nuestros coches salen caros de fábrica: ¿De dónde leches les vamos a sacar los cuartos? ¿Habrá que volver a la alpargata como producto e industria nacional a exportar?
