Opinión

Vergogna, vergüenza en italiano

Ser franciscano, argentino y, sobre todo, jesuita, era obvio que iba a dar como para llamar la atención.

Así que nadie se sorprenda, Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, va a dar titulares por doquier y,

a buen seguro, serán de los buenos. O al menos de los que sobrecogen por una naturalidad, sencillez y lógica desconocida en las techumbres de Miguel Ángel donde no se quiere hospedar, y en una opinión pública que más que opinada está interesada y, lo que es aún peor, dirigida hacia el absurdo, el cash o el vacío.



Su imagen reconociéndose pecador, su expresiva descripción de la imagen despiadada de la emigración africana, sin lugar a dudas acercarán a más de uno no sólo a las Iglesias, sino a reconocer que los caminos de la Fe, en algunas ocasiones, no son sólo los de los intereses que esconde toda religión.



Sus palabras de estos días han devuelto la esperanza a muchas personas, unos días en que parece que Italia reniega por fin de su mediocre faraón, ladrón estirado, Silvio Berlusconi. En un momento en el que Egipto se remueve contra sus dos interesados dictadores escondidos y contrapuestos que le alejan de la democracia real, su ejército y los hermanos musulmanes. Y cuando EE.UU. parece querer europeizarse, pero manteniendo sus esencias.



De este modo, la habitual

vergogna ajena -vergüenza en italiano- que sufre cada ciudadano de bien, cada día, en este absurdo mundo, cree abrirse paso hacia algo nuevo más real y justo... ¡Y así sea!