Opinión

Una reflexión sobre el trasvase del Ebro

Tradicionalmente las cuencas hidrográficas se han gestionado por las Confederaciones manteniendo un criterio de “unidad de cuenca” y participando en ello las CCAA, los usuarios, la sociedad civil y el propio Gobierno.


En el caso del Ebro, la CHE ha venido desarrollando dicha función y la de controlar «los aprovechamientos de interés general o que afectaban a más de una Comunidad». Así se hizo en el pasado con la aprobación del Plan de Cuenca, que sirvió de base para el Plan Hidrológico Nacional (PHN), y así debería haberse hecho también en el presente.


El Gobierno ha optado por cambiar esta forma de hacer las cosas y ha adoptado otras más individualistas. Unilateralmente derogó el PHN y recientemente ha decidido aprobar un trasvase del Ebro a Barcelona. Es decir, se ha implantado una nueva forma o cultura de hacer a base de decretos gubernamentales.


Lo sorprendente de la aprobación del Trasvase Ebro-Barcelona es que deja atónitos a propios y extraños al negar la evidencia e intentar convencernos de que esto no es un trasvase y que sólo supone una “transferencia puntual de agua” o una “conducción”.


Si esto es así, el agua trasladada del Ebro a Bilbao tampoco es trasvase, la del Júcar a Valencia y Murcia tampoco significa un trasvase, y todo lo que se ha venido a denominar trasvases son transferencias de agua.


Lo más lamentable de este proceder es comprobar cómo ministras de España hacen el ridículo con sus manifestaciones, negando la evidencia, por salvar al Presidente, que no ha dudado en hacer bandera y oposición a todo tipo de trasvases, utilizándolo en la campaña electoral, en la que se hartó de decir que de trasvases “nada de nada”, y que mientras él fuera Presidente no se haría ninguno.


¿Qué reflexiones se pueden realizar en nuestra Comunidad Foral? A mi juicio, habría que decir que el Ebro tiene recursos sobrados. Sólo basta comprobar cómo hace pocas semanas las puntas de caudal máximo del río en Castejón duraron varios días. Evacuaba 103 hectómetros cúbicos por día. En la actualidad circulan más de 50. Y de la misma manera ocurre todos los años. Quiere ello decir que la suma anual de todos estos caudales suponen en la desembocadura, por término medio, la respetable cifra de 18.000 hectómetros cúbicos al año. Barcelona necesita 50 y Levante y Andalucía en torno a 1.000.


¿Qué supone esto para el Ebro? Poco o muy poco. Pero la actual política del agua no deja de sorprender. Lo demuestra el hecho de no querer reconocer que los trasvases son necesarios y son solidarios, que se vienen demandando desde hace más de cien años y que se seguirán demandando en las próximas décadas.


Pero las “extravagancias” hacen llamarlo “transferencia temporal de agua” o “conducciones”, y el no querer dar el brazo a torcer justifica el trasvase a Barcelona como compra de derechos a regantes que dejarán de utilizarlos.


Pero lo cierto es que hablar de una temporalidad que va a costar 180 millones de euros es hablar del absurdo si no fuese a ser utilizado año tras año. No se entiende trasvasar 50 Hm3 con tan alto coste. Pero se llega al esperpento cuando una gran obra se va a ejecutar sin exposición pública para realizar alegaciones, sin los preceptivos informes medioambientales, sin la más mínima planificación, lo que quiere decir que se está hablando de improvisación pura y dura.


Esta gran obra volverá a utilizarse en el futuro, ya que la “brillante” solución de las desaladoras resultan más caras, más contaminares y son complementarias a la utilización de aguas de lluvia. Y una pregunta que queda en el aire: ¿Quién hace el negocio con las desaladoras?


En Navarra ocurre algo preocupante que necesita una reflexión. La derogación del trasvase del Ebro nos iba a reportar entre tres y seis millones de euros anuales en concepto de “canon de trasvase”. No lo tenemos, no se nos pagará y nadie nos esta compensando por ello.


Barcelona va a contar con agua y se piensa compensar a los regantes del Bajo Ebro por la cesión de sus aguas con 24 millones de euros para modernización de regadíos. En Navarra, cuando se termine la modernización de regadíos planificada, estaremos hablando de 15.000 has modernizadas con un gasto para las arcas forales de 140 millones de euros, y todo ello sin contar con un solo euro del Gobierno Central, a pesar de que con la modernización se han generado ahorros de agua que van al Ebro y que estos ahorros van a ser reutilizados “aguas abajo” también por Barcelona.


En Navarra y desde el Canal de Navarra se vienen produciendo pagos de los usuarios, tanto desde las Mancomunidades como de los regantes, que previamente se han comprometido con ello. Nos gustaría que los demás hicieran lo propio.


Pero hay una cuestión clara. A una cuenca como la del Ebro la aportación de Navarra de los ríos Ega, Arga y Aragón supone el 22% del volumen de los recursos hidráulicos del río, y ello exige que se la tenga en cuenta tanto en la planificación como en los beneficios que se generen.


Apenas se ha pedido. Quizá por la creencia de que agua hay mucha y que nuestras necesidades para el siglo XXI las tenemos garantizadas, o quizá también porque ha habido una gran conciencia de solidaridad con otras regiones y por la idea de que una vez que pasa por nuestros ríos poco interés despierta lo que se pueda generar. Pero es fundamental una reflexión sobre cómo se están haciendo las cosas.

José-Cruz PÉREZ LAPAZARÁN

Senador por UPN