Opinión

Un presidente para Europa

Hoy 9 de mayo, Día de Europa, me viene a la memoria aquel día de junio pasado en el que Ángela Merkel, presidenta en ejercicio del Consejo Europeo, conseguía, pasadas las cuatro de la madrugada, cerrar un acuerdo de los 27 jefes de estado y de gobierno reunidos en Bruselas y superar la "etapa de reflexión" en la que nos dejaron las negativas francesa y holandesa al proyecto de Constitución.

A la hora de la cena, el acuerdo parecía imposible y la Canciller alemana propone convocar una nueva cumbre sin Polonia, lo que no gusta a lituanos, checos ni portugueses. El presidente francés retoma la negociación y los polacos aceptan que su pérdida de poder relativo, y la de España a su vez, no se produzca hasta dentro de 10 años, una vez se decidan los repartos de fondos, esto es, más allá de las perspectivas financieras en vigor. Fue una cumbre histórica, donde se estrenaba Sarkozy y se despedía Blair. Sin la ayuda de ambos Merkel poco hubiera podido hacer.

Europa siempre ha necesitado una locomotora, una autoridad respetada para moverse. Y más ahora, con 27 vagones. Durante algunos años fue el eje Paris-Berlín. Vamos, Helmut Köhl y François Mitterand. Pero cuando ellos se fueron, la locomotora se atascó. Ni el canciller alemán Schroeder, con su gobierno roji-verde, ni el presidente francés Chirac, con su afición de ser Rey Sol en pleno siglo XXI, hicieron posible el necesario liderazgo para ir adelante. Pero ya hay dos buenos maquinistas: Merkel y Sarkozy. Y Tony Blair, ¿se va?

Una de las mejores aportaciones del Tratado de Lisboa es que va a proporcionar un presidente par Europa. En el Parlamento tenemos nuestro presidente, que cambiamos cada dos años y medio. En la Comisión, los 27 comisarios europeos tienen a José Manuel Durao Barroso por cinco años. Pero en el Consejo, donde se juntan los 27 jefes de estado o de gobierno, tienen presidente rotatorio, cada seis meses. Ahora está Eslovenia, para Sanfermines entra Francia, Chequia y Suecia en el 2009 y finalmente España en el primer semestre de 2010.

El ministro Moratinos, nada más tomar posesión, se vino a Bruselas a explicarnos que uno de sus principales proyectos era preparar una buena presidencia española. Carlos Basterreche, nuestro embajador navarro en Bruselas, ofreció a un grupo de eurodiputados. En el ambiente cordial de la reunión -un grato almuerzo ofrecido por Carlos Basterreche- sólo me atreví a insinuarle lo bien que haríamos en tener en cuenta que para entonces, además de la presidencia semestral, habrá entrado en vigor el nuevo presidente del Consejo, por dos años y medio, mínimo.

Moratinos no me dio una respuesta cerrada. Todavía no se sabe, o no se quiere saber, cómo se coordinarán las presidencias semestrales con el presidente del Consejo que Lisboa introduce…. de una vez!

Y ahí estamos. Viendo quien puede ser, o quien debe ser. Tal vez Tony Blair. No le apoya mucho su correligionario Gordon Brown ni su gabinete. Confieso que eso le hace para mí aún más válido. Otros le achacan que cómo Europa puede tener un presidente cuyo país no está en el euro. Merkel acaba de sentenciar que también los países de fuera del euro pueden aspirar a tener un presidente. Pero eso también le hace más conveniente. Reino Unido acabará entrando en el euro y con un presidente británico será más fácil. Blair ha hecho mucho por reconducir el pragmatismo británico hacia la construcción del proyecto europeo. Mucho más que Chirac y otros supuestos europeístas. La peor solución sería proponer a un don nadie de presidente, para que no moleste en esa jaula de grillos que es el Consejo. De sus reuniones habla muy bien Ángela Merkel: estaba cansada de invitar a cenar a gente que sólo miraba al plato que tenía delante.