Opinión

Tiempo de tele

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Queridos teleadictos míos: Un año más, coincidiendo con el alumbrado navideño, ya está aquí su ración de Teleadicto. No me digan que no me echaban de menos, como la Rufina al Gregorio (y no a mí), pero eso ya es harina de otro costal. No me digan que no les hace ilusión, como a la Feli que la llamen de Canarias. No me digan que no es ya hora de dar un repaso a la “caja tonta”. No me digan... que ya lo digo yo todo.

Navidad es tiempo de consumo. Turrón por aquí, regalos por allá, consumo televisivo por acullá... Sería un buen momento para hacer caso de los consejos de estilo que nos da nuestra querida amiga Ana Rosa cada mañana desde Telecinco. Por eso, la Mili, amiga de la Macu, va a poner un árbol con bolas de oro, cintas de plata y estrella de diamantes. Todo un alarde de sencillez, que, siguiendo los dictámenes de la inefable Belén Esteban, podrían mejorar si el árbol fuera de plástico, a poder ser de un “todo a medio euro” de los chinos.

Navidad es tiempo de familia. Todos reunidos , mi padre el primero, delante del televisor escuchando el discurso del Rey, siempre tan esperado como innovador. Los abuelos con los nietos disfrutando de los dulces comentarios de Jorge Javier en “Aquí hay tomate”. Los niños con sus padres,... bueno, más bien los niños solos viendo algún espacio infantil, como “DolceVita” o “Buenafuente”. Sí, tenía razón mi madre. Una Navidad como Dios manda es una Navidad con familia reunida, televisiva y feliz.

Navidad es tiempo de milagros. En “Diario de Patricia” veo cómo Patricia aguanta el tipo ante los sencillos casos que se le plantean. Una tarde es una madre que perdió a sus cinco hijos en un naufragio, otra un niño que es alcohólico, ludópata y un poco adicto a las Juanolas. Sea lo que sea, Patricia te escucha con ojos maternales, te sonríe y te aconseja. ¿Para qué queremos Papá Noël con esta Mamá Noël en potencia?

Navidad es tiempo de regalos. Hay regalos de Nochebuena, como ese impagable recital de Raphael (otrora de mi querida Rocío), que con tanta devoción escuchará la Ana. Existen regalos de Nochevieja, como la tradicional retransmisión de las campanadas desde la Puerta del Sol, con el ineludible Ramón García, capa incluída, que tanto le gusta a la Pepita. Pero el día fuerte, sin duda alguna, es el 6 de Enero. Esa es la fecha en la cual los que hemos sido buenos recibimos los regalos que hemos pedido en nuestra carta, que no la carta de “Sorpresa, Sorpresa” de la nada fingida Isabel Gemio (que amenaza con volver y, desde luego, es toda una sorpresa sorpresa). Yo les pedí algo útil: un pack de programas grabados de “Cine de Barrio”, a poder ser de Parada y el pianista, de esos que tanto le gustan al Pablo y la Ana Carmen. Siempre he pensado que esos momentos tan íntimos compartidos en torno a un piano, dando paso a esas películas de Pajares o Landa, hacen revivir los sentimientos más patrióticos, como dice la Rocío, tan útiles en momentos en que la nave patria zozobra.

Navidad es tiempo de baile y jolgorio. Entre las cenas de empresa, con buen pescado como dice la Sonia, y las de familia, ya tenemos el calendario ocupado. Ya le dije al Vicente y al Fernando, tan dados al pendoneo, que, para noches que la cena conlleve bailongo, es de aconsejar que no se pierdan “Mira quién baila” con la sonriente Anne Igartiburu. No es de recibo que, con los tiempos que corren, no sepan bailar un tango como mandan los cánones, o, al menos, mejor que Antonia Dell’Ate. Mi tía Fefa, siempre tan folclórica, ya ha ensayado y dará la campanada. ¿Y usted?