Ya existe una tasa en el precio de los electrodomésticos para paliar el coste de su posterior reciclaje cuyo pagano es “el consumidor”.
Está mejor que bien el reciclaje y todo lo que sea aprovechar recursos que ya han sido utilizados y que pueden ser incorporados de nuevo a la cadena productiva sin tener que echar mano de nueva materia prima. Pero la educación que estamos dando a nuestros infantes se basa en la necesaria prioridad del reciclaje y en la colaboración ciudadana a realizar desde sus casas, con sus basuras separadas. Con un consumo enfocado al reciclaje que a su vez ayude a la salvaguarda del medio ambiente. Ahora bien, con la clara imposición de una tasa, cosa que hasta ahora se pagaba de manera menos clara, el colaborar con el medio ambiente nos sale realmente muy caro.
La colaboración de cada uno en casa separando los vidrios, los plásticos y el papel de la materia orgánica; son labores que realizamos con gusto pero que suponen un coste añadido a los productos y a las actividades.
Los antiguos cementerios de coches se han convertido en verdaderos centros de reciclaje donde se separa cada uno de sus componentes, en una labor que nada tiene que envidiar a la cadena de montaje, ¿ya saben quién soporta ese coste?, sí, claro que sí, el ciudadano que compra su utilitario.
