Opinión

Puentes de encuentro

En semanas como esta de puente, la actividad se frena, se enmudece, y quienes se la plantean como una más dentro de su calendario laboral, son mirados como auténticos bichos raros. Sin embargo, son las jornadas ideales para poner al día la tarea rezagada. Quienes intentan organizar su trabajo lo saben.

Aquellos que se van, sustituyen la prisa del trabajo por la del desplazamiento y la escapada furtiva, convirtiendo el sinsentido de cada día en el absurdo del espacio robado a la rutina. Un tiempo teóricamente propio, para encontrarse con uno mismo y su gente. Todo un mundo de emociones que cambia estrés por la experiencia programada de la huida controlada, del abandono medido de un desentenderse que, en el fondo, es estar más controlado aún. Es salir pero seguir estando.

“El mundo es un libro del que aquellos que no viajan sólo han leído una página”, afirmó San Agustín, pero viajar tan de corrido no puede ser lo más adecuado para enriquecerse y llenar una vida sometida a la disciplina de las necesidades creadas por la falsedad de esta egoísta sociedad de consumo que, para colmo de males, además de inventarnos, hemos sido capaces de creernos.

No se encuentran las montañas, se encuentran las personas, y los puentes no pueden ayudar a llenar con días sueltos los huecos que se nos lleva a cada paso... Ya dijo Diógenes, al ser desterrado, “ellos me condenan a irme, yo les condeno a quedarse”. En cualquier caso, haga usted lo que le plazca.