Opinión

Ponte en su lugar

No somos conscientes de las barreras que, a cada paso, se encuentran muchas personas día a día.

A veces son contundentes y otras sutiles como un semáforo sin sonido que resulta imposible para un invidente. Otras, una rampa en la vía pública, mal calculada, insalvable para una silla de ruedas, y en otros casos, se trata de un peldaño, un escalón, un recodo, un pasamanos inexistente, que en cualquier lugar se convierten en una frontera insalvable para cualquier limitación que se padezca, por no hablar de otras deficiencias.

No somos conscientes de ello porque no nos toca sufrirlo, pero nos debería afectar y hacernos reclamar y exigir su eliminación por pura lógica.

Resulta delirante que la propia Administración consienta determinadas actuaciones urbanísticas, algunos tipos de mobiliario urbano, como sorprende la forma en que se salta sus propias normas, eximiéndose de aplicar bien los estatutos, reglamentos y leyes que sobre la materia y en teoría limitan y protegen. Pero es un reflejo de la sociedad que tenemos: No somos capaces de ponernos en el lugar del otro.