Opinión

Penúltima indecencia

De nuevo el sábado 25 de noviembre más de un millón de personas salieron a la calle para protestar contra la política de Zapatero en relación con su proceso de rendición ante los terroristas, apoyando a la AVT. Una vez más dieron ejemplo de su comportamiento cívico, con una conducta modélica, tomando la calle para manifestar su desacuerdo. De nuevo volvieron a pedir al presidente de todos los españoles que rompa las negociaciones con la banda terrorista, que vuelva al pacto por las libertades y contra el terrorismo, que aplique la ley de partidos, que no modifique el código penal para facilitar que los asesinos no cumplan íntegramente sus penas.

Una marea humana recorrió la calle Velázquez de Madrid en apoyo a las víctimas del terrorismo, por su memoria, su dignidad y reclamando justicia. Las víctimas, a quienes se les segó bruscamente la vida, con su silencio desgarrador gritaban “rendición en mi nombre no”. La mayoría de los asistentes pedían a gritos la dimisión de Zapatero porque España no se merece este presidente. La voz de las victimas se oyó alta y clara, aunque haya quien se tape los oídos y mire hacia otro lado. Las banderas de España, abundantes y sin complejos, ondeaban entre la multitud acompañadas de banderas de las distintas comunidades autónomas; la unidad nacional contra la fragmentación y la división que propicia y consiente el PSOE.

La mayoría de los medios de comunicación, con ese seguidismo del poder actual, acallaron cuanto pudieron la voz de un pueblo, gente que se manifestó pacíficamente y que representaba el sentir de millones de españoles que no pudieron asistir. ¿Cuántas personas tienen que expresar su descontento en la calle para que se les tenga en cuenta? ¿Qué les ha dicho Zapatero a los manifestantes? Nada. Sigue estancado en su comportamiento indecente e inmoral. Su penúltima indecencia.

El empecinamiento de estos dirigentes políticos, gobernantes de turno, en permanecer en el error del mal llamado proceso de paz traerá consecuencias nefastas para todos los españoles; aunque quizás no sea demasiado tarde para remediarlo. Todos queremos y ansiamos la paz, pero no a cualquier precio. No es ético ni moralmente aceptable considerar a los terroristas interlocutores políticos. Así lo ha afirmado la Conferencia Episcopal en un documento dirigido a los católicos. La sociedad podrá ser generosa con quienes han pretendido durante cuarenta años, mediante el asesinato, el chantaje y la extorsión, conseguir sus objetivos políticos de independencia y territorialidad, pero si previamente, sin ninguna contraprestación política, abandonan las armas, piden perdón a sus victimas y aceptan el juego democrático para defender sus pretensiones dentro del marco de la constitución y las leyes.