Opinión

Peladilla al silencio sobre China

En la reciente visita del mandatario chino, el embajador chino en Madrid, éste reconoció que la autoridades españolas no trataron para nada el caso de Liu Xiaobo, Nobel de la Paz 2010, encarcelado por 11 años, por el delito de opinión, de solicitar la democracia para China. Y ya está bien de predicar una cosa y hacer la contraria, a ZP se le acabaron sus principios y desplantes, sentándose al paso de

la bandera norteamericana.



Conocemos muchos casos donde han prevalecido los intereses particulares sobre los principios y las causas justas. “El París bien vale un misa” del aspirante al trono de Francia, del navarro Felipe de Borbón, que abandonó sus ideales hugonotes. Los españoles somos solidarios como los primeros en las catástrofes naturales, nos sentimos solidarios con las desagracias ajenas, estamos dispuestos a ayudar, por todo no es de recibo que un partido que siempre ha ido dando lecciones de superioridad moral sobre los demás, acusando a los adversarios de inconsecuentes, hoy haya dejado por los suelos lo que muchos esperábamos de él.



Nuestra situación económica es delicada, toda ayuda es poca, y nos interesa la compra de nuestra deuda y las inversiones. Los gobiernos con experiencia se las ingenian para atender la visita con impecable hospitalidad y criticar los aspectos más sórdidos del visitante desde el alguna institución, partido, etc., colateral. La cobardía de nuestras autoridades es lamentable, hasta los presidentes norteamericanos, Bush, Obama, denunciaron el pisoteo

de los derechos humanos en China. Aquí nos acordamos del “dime de qué presumes, y te diré de lo que careces”, no sólo con los chinos, sino con los vecinos del Sur, aplacándose a todos los requerimientos de Marruecos, y abandonando a los amigos saharauis. Sólo se han puesto firmes ante los israelitas, apoyando a los terroristas de Hamas.



En fin, errático comportamiento, al final no estamos ni con unos ni con otros, hacemos nuestro lo peor de los unos y de los otros, abandonamos los principios, y todo por la mala cabeza de gastarnos más de lo que teníamos, y ahora sobre endeudados no tenemos apenas capacidad para nada.



¿No sería mejor, gastarnos menos, no deber tanto, para que podamos ser coherentes con nuestros pensamientos? ¡Qué país!