Opinión

Peladilla a la queja romántica

Unas 3.000 personas se manifestaron en Pamplona hace unos días a favor de la oficialidad del euskera en todo Navarra, con pancartas como `El euskera también en la Ribera´. Subrayaron la contradicción de apoyar el Gobierno la oferta del inglés a demanda de los padres y negar el euskera en la zona no vascófona, también a petición de los padres. Dicen que "el Gobierno, en su afán de dar a Navarra una imagen de vanguardia y calidad, impulsa las nuevas tecnologías y el inglés, pero da la espalda a las necesidades de la población vascohablante".

Resucitar el euskera en la Ribera es un empeño romántico, fuera de tiempo y de lugar, algo así como si intentásemos resucitar el latín o el árabe. Como se puede estar mirando, en pleno siglo XXI por el retrovisor, hacia un pasado idílico, a un sueño imaginario.

Hoy en el mundo moderno, en plena crisis económica y de valores, todos apoyamos la libertad de estudio, pero también el uso racional de los escasos recursos. Decir que el euskera no es apoyado en Navarra, es faltar a la verdad. Lo que pasa es que estos apoyos no son neutrales y desde el mundo nacionalista, todo apoyo les parece poco, porque siempre han utilizado el idioma como forma de penetración política y cultural. Hoy existen subvenciones públicas para publicaciones en euskera y ninguna subvención para publicaciones en navarro o lengua romance, que es el idioma que realmente está discriminado, el idioma que conocemos todos los navarros y en él que nos entendemos. Para muestra Plaza Nueva. ¡Qué país!