Opinión

Pasión por la Caza

Está casi hasta mal visto, porque en estos tiempos que corren, declararse aficionado a la Caza resulta poco menos que reconocerse enemigo del Medio Ambiente, de la Madre Naturaleza, pero no es así.

No comparto ese eufemismo que la considera, sin más, un “deporte”, porque como comprenderán, por mucha pasión que a uno le despierte ese arte, tirotear a unos pobres animales nunca puede ser del gusto de una buena persona “deportista”. De hecho, comparto esa estética declarada que desde siempre promulgó Delibes, amante de la Menor, que se manifiesta incapaz de disparar a un animal de gran tamaño, pero aunque se entienda mal en estos tiempos, la Caza despierta pasiones y anima el espíritu como pocas cosas en esta vida moderna nuestra tan enlatada, tan precocinada, tan previsora y prevista. Y por ello me gusta.

Hemos perdido hasta tal punto el contacto con la tierra, con el campo que nos alimentó, que recurrimos a esa llamada de la selva denominada Caza para sentirnos vivos y cómplices con un entorno que, queramos o no, se está degradando por momentos.

Los cazadores asumimos que esos lances que nos estimulan para volver al campo desaparecerán con el cambio climático cuyos expertos ya nos recuerdan que desde 1970 los huracanes y desastres ‘naturales’ han aumentado un 50% pero, a pesar de tanta degradación, de la escasez de las perchas y de la falta de piezas por los montes, salimos con la escopeta al hombro cada domingo rememorando una actividad más vieja que la propia Humanidad: Cazar o ser cazado...