Opinión

Pablo de Mendibil

Nació en el año 1788. En su niñez vivió en Pamplona, estudió derecho en Zaragoza, residió en San Sebastián y trabajó de periodista y liberal comprometido. Tuvo que escapar a Londres en 1823, donde fue profesor hasta su temprana muerte en 1832.

En el año 1829 publicó la obra “No me olvides”, y en la misma el relato “El remolón de la escuela”, en el que cuenta experiencias infantiles en la escuela de la vieja Iruña. Según sus palabras, los niños eran castigados por hablar euskera. “Que mi lengua es la bascongada y para obligarme a que la olvide como si fuera incompatible con aprender y saber la castellana, me condenan a recibir el maldito anillo si se me escapa una sola palabra de las que mamé con leche, aunque diga Ama en lugar de Madre o pronuncie Jaungoicoa en lugar de Dios, queriendo invocar su santo nombre. El anillo de mis pecados acierta a hallarse en mi poder. ¡Crimen peor que el de esa autoridad magisterial! ¡Sotana solemnísima!”.

¿Y si no aparece el anillo? ¿Si para evitar este paso, se oculta o de una vez se hace pedazos y nadie lo saca? En tal caso, ¡ay del último que lo tuvo! Él es el responsable. ¿Y si nadie lo tuvo y lo dio el señor maestro? Todos serán azotados. ¿Cómo todos? ¿Y quién los toma a cuestas? Los señalados. ¿Qué funcionarios son ésos? Cuatro o seis condiscípulos escogidos ente los más robustos y mal intencionados que son tenidos por intangibles sólo porque hacen el oficio de verdugos, para arrojarse como perros de presa sobre el infeliz condenado a la azotaina, sujetarle, desembragarle, y llevarle delante de la poltrona del señor Maestro, y poniéndole al descubierto y bien a tiro para que no yerre el golpe de la crujiente disciplina”.

Insistimos que el joven escritor liberal falleció en 1832, cuando ni siquiera había comenzado la primera guerra carlista. Por lo tanto no conoció el foralismo, ni nacionalismo vasco, ni el vasquismo reivindicativo de los eúskaros… Todavía faltaban más de cuarenta años para que surgiera la Asociación Euskara de Navarra y denunciara la práctica del anillo en las escuelas.

El testimonio de Mendibil sobre su infancia en la capital navarra cobra por eso un valor especial. A un liberal y unionista como él nadie le puede acusar de separatista ni de nacionalista, conceptos que ni siquiera habían sido inventados.