Opinión

Los atributos del César

Al césar compete, la magnanimidad, el discernimiento, la discreción, la entrega, ecuanimidad y solicitud con todos sus súbditos sin distinción de clases o ideologías... El César poseía un espíritu culto y preclaro, amaba las bellas artes, dominaba la oratoria, la dialéctica y todos los artificios de la controversia... No sabemos, sin la intervención homicida de Bruto, hasta donde se habría endiosado o corrompido, el primer César

Son todos estos atributos –y el culto a la personalidad- los que ponían en su mano el ejercicio del poder religioso, de la justicia y de la gobernación. Se convertían en dioses.

El cesarismo evidentemente tenía un soporte social, fundamentalmente, la esclavitud y las luchas internas por el poder.

Eran épocas en que los derechos humanos, y en general los del ciudadano, no se consideraban. Algunos de estos césares como el citado Julio César, incluso Augusto, hasta podían ser un mal menor, por el control que ejercían sobre los abusos y los desvaríos de la aristocracia. Incluso recibían el beneplácito de gran parte de la ciudadanía, que veía en ellos a su protector y en cierta medida a su defensor.

El hecho es, que de la tentación del cesarismo, que ha sido una constante a lo largo de la historia, no se ha librado, ni mucho menos, la política actual.

Las débiles democracias, la alienación, incultura y falta de compromiso del ciudadano, permiten a personajes mediocres y grotescos, inmersos en fatuas parodias del culto a la persona, a creerse y comportarse como césares.

Realmente, nos sobrarían dedos en las manos, para consagrar a los que con la grandeza del título, supieron armonizar la excelsitud de su capacidad política, de su espíritu y de su intelecto.

La verdad es, que la tendencia megalómana de muchos gobernantes, ha generado y genera para la rex pública, auténticos especímenes de estirpe neroniana, tan fatuos como perjudiciales para sus respectivos pueblos.

Hitler, Franco, Musolini, Stalin...son ejemplos harto socorridos. En menor escala y en instancias más modestas, pero no menos dañinas, basta con recorrer las autonomías de la maltrecha piel de toro, y por supuesto las de Vasconia para toparse con ellos. Cesarillos, fantasmas, arlequines, cuya pose de endiosamiento resulta insoportable.

Antonio Gramsci habla de un cesarismo progresista y de otro regresivo.

En el regresivo, funcionarios, grupos políticos y sindicales pueden ser corrompidos. Tales partidos y sindicatos actuarían como organismos de policía política de carácter preventivo y de investigación. Medios financieros incalculables, serían puestos a disposición de una pequeña élite ciudadana.

En consecuencia, tales partidos, muestran menos interés en la construcción de una democracia que en el asalto a los privilegios de la gobernanza. Menos empeño en luchar por la justicia social, que en sustituir a un gobernante por otro que haga lo mismo.

La magnanimidad, el discernimiento, las dotes de gobierno, la frialdad a la hora de aplicar justicia etc... –salvando salvandis- se suponían atributos del buen césar. En nuestros políticos con ínfulas cesaristas, son la arbitrariedad, el cohecho, el despotismo...

En el cesarillo navarro parecen endémicos el disenso visceral con los de la otra cuerda –la de los vascos y los del entorno-, la explosión jotera y la posesión de unas buenas criadillas (no nos traten de bastorros por llamar a las cosas por su nombre). Y la vox populi, por añadidura, le atribuye una gran incontinencia verbal y una carencia de sensibilidad notable ante las miserias humanas. Y destacan su pueril hábito de alzarse sobre los coturnos, como si ponerse de puntillas agrandara la estatura de la persona...

Para estos cesarillos de medio pelo, el disenso es traición. No hace falta que estén en juego trascendentales decisiones institucionales. Basta que apoyes algo tan nimio como permitir que unas decenas de chavales aprendan euskera, para que te echen del gobierno y no salgas más en la foto. ¡Ya hay que ser ramplón, vengativo e inculto, o ciego, para negar la cultura a los propios contribuyentes!

Son personajillos ensoberbecidos para quienes la crítica o el disentimiento, es traición y amenaza a la estabilidad institucional. Acostumbrados a gobernar por redaños y por inconfesables intereses, odian todo lo que suena a democracia participativa y cualquier encuesta que ponga en solfa su autoestima y endiosamiento.

Es alarmante la inmodestia y la baja calidad humana, de muchos de estos fantoches, que se plantan ante la ciudadanía como oráculos y prototipos de la quinta esencia de lo valenciano, de lo español, de lo navarro o de lo que pinte...

Tras acontecimientos –entre otros- como la Revolución francesa, la bolchevique y la declaración de los derechos humanos, césares, monarcas, emperadores, dictadores y parecida fauna, debiera estar prohibida por ley.

Ciertamente, tal fauna (no toquemos el tema monárquico) no es políticamente correcta. Para esto están las democracias, aunque muchas de ellas sean un epígono del cesarismo.

En San Petesburgo, conecté con una guía que reflexionaba sobre las diferencias entre el viejo sistema comunista y el actual. “Antes teníamos ciertas necesidades como casa, empleo, agua, luz, calefacción, sanidad, educación y jubilación cubiertas. Claro que la libertad de expresión era bastante restringida, lo mismo que los viajes al extranjero. Hoy, afortunadamente,- los pocos que dispones de medios económicos- pueden viajar. La sanidad, de no acudir a la privada, ha bajado su nivel de prestaciones, la educación plantea serios problemas económicos a la hora de sostener estudios universitarios. La vivienda es libre, pero la compra de un piso sólo está al alcance de pocos. Luz y calefacción se han encarecido. Los sueldos miserables y los jubilados tan mal las están pasando, que como ven ustedes en este museo –se refería al Ermitage- han de trabajar hasta con 70 años para poder sobrevivir...”

Cuando muchos de los tertulianos oficiales, de esos que levantan en una hora no menos de 1500 E, despotrican fanáticamente –es lo políticamente correcto- contra los Chávez, Morales, Castro etc..etc... , son profundamente facciosos.

¿Qué es lo que realmente nos está ofertando nuestras democracias? Exclusivamente, sobre todo con este férreo bipartidismo, la alternancia entre A o B. En ambos casos el resultado es similar, porque ambos personajes desarrollan el mismo sistema sociopolítico.