Opinión

La mili y las nucleares

El día 9 se cumplió el décimo aniversario de la desaparición del Servicio Militar Obligatorio. Esa regia y patriótica obra social tan justa

y equilibrada que, de entrada, se saltaba la ahora sacrosanta Ley

de Igualdad: Sólo íbamos los tíos.



Para los más jóvenes recordar esto es una rémora, pero visto cómo lo celebraron algunos el miércoles pasado merece la pena traerlo a colación, porque resultó bochornoso verlos ante el bombo de los sorteos rememorando la efeméride e imaginando unas quintas que amargaron a la Juventud con esa entrega caqui.



Y sorprendió aún más que se pusieran la medalla de esos 129.314 militares profesionales con que ahora contamos, sin tener la gallardía de reconocer que ese paso se dio gracias a los miles de insumisos que pasaron por las cárceles y a los que, después, apostamos por eso que dieron en llamar "Prestación Social Sustitutoria", que condujo al Estado a tener que "perdonar" tanta retreta, tanto cabo furriel y tanta mierda, por pura incompetencia.



La mili la eliminó el sentido común de la tropa, esa misma que ahora, con más dignidad y más cabeza, salió a la calle en Alemania este fin de semana para decir a los de siempre que las centrales nucleares no son un juguete como aquellos reclutas. Mientras aquí nos pasamos el cetme de imaginaria en imaginaria, viendo pasar la vida en la tele, como en las cantinas de entonces, sin mover una pestaña por el tsunami japonés ni por el que se nos viene, que hace de esta sociedad de mercado, una mera mercancía.