Opinión

La indiferencia puede volverse un “estado natural” de hombres y mujeres

La indiferencia nace cuando no hay creencias, cuando nada nos cautiva y nada nos llama a asumir la defensa de lo que, alguna vez, encontramos justo y bueno. Nuestra capacidad de reacción y reflexión están bloqueados, nos absorbe la idea de superioridad. La indiferencia puede volverse un “estado natural” de hombres y mujeres, lo cual facilita entre otras cosas, que prevalezcan las políticas neoliberales. Políticas injustas, de desigualdad, de precariedad, de atropello, de abandono, de insolidaridad y de desprotección social. Políticas con estrategias que desangran a diario a más de una treintena de países del sur. Así que, no son necesarias más guerras para fomentar la muerte, la desolación, sólo hay que darle paso a la indiferencia de quienes tienen el dinero y el poder.

En esta dirección, el gobierno actual y algunas organizaciones, que dicen conocer de cerca la inmigración, creen que sólo debe venir el grupo de personas que se requiere para rellenar los agujeros sociolaborales, y que posiblemente se les puede apoyar para su integración total, sin mucho traumatismo. Se reafirman que a las demás personas no podríamos integrarlas, que nos desbordaríamos y no seria posible seguir tan cómodos como hasta hoy. Lo cual no es cierto, ni posible en el actual escenario mundial, donde la precariedad laboral, las hambrunas, la violación a los derechos humanos y otras calamidades de las que son objeto millones de personas, llevan a que ellas quieran movilizarse para buscar mejores opciones de vida.

Por esto desde ELA, exigimos que se pare el holocausto, que no queden en el olvido los miles de muertos y desaparecidos en las aguas oceánicas que diariamente enseñan los medios de comunicación. Los y las inmigrantes son personas, por tal razón que se les trate con el respeto que se merecen, pues testimonios como el de la Secretaria General de Cáritas Diocesana de Canarias, Lola Correa: Después de estar cuarenta días encerrados, en condiciones poco dignas, los inmigrantes son esposados, amordazados, sedados y devueltos a África", demuestran la poca dignidad con que son tratados los y las inmigrantes que logran llegar a las costas de la península.

Asimismo denunciamos las millonarias inversiones en seguridad para frenar la circulación de las personas que buscan un mejor nivel de vida. Estos dineros públicos deben ser invertidos para cambiar positivamente las condiciones de vida y facilitar la integración sociolaboral de la población inmigrante. Paralelo a lo anterior, resulta curioso que el esfuerzo de las organizaciones sociales que constantemente trabajamos denunciando, reivindicando, sensibilizando e informando a la sociedad acerca de las injusticias, a día de hoy, no halla causado el suficiente impacto en nuestros entornos más cercanos. Muchos de los escenarios de alrededor están plagados de arrogancia, soberbia, rechazo social y olvido. La ceguera frente al drama humanitario que se vive en África y en la costa sur de la entrada a la Unión Europea, es total. Conocer la historia y los grandes holocaustos en el mundo al parecer no es ningún espejo para los gobiernos actuales.