Opinión

La guerra de Navarra

"Seamos realistas y hagamos lo imposible." Ernesto Che Guevara

Pedro I de Pamplona y Aragón fue proclamado rey por los navarros en el mismo sitio de Huesca donde cayó muerto Sancho V Ramírez. Dos años después, las tropas navarras que él capitaneaba liberaron la ciudad vascona del poder musulmán. A su muerte se habían recuperado diferentes plazas a los musulmanes, entre las que se encontraban Alcoraz, Caparroso y Peralta. En el año 1098 se produjo un acontecimiento capital para el reino pirenaico: la consagración de San Juan de la Peña.

Su prematura muerte, a la edad de 36 años, facilitó el ascenso al trono de Alfonso I el Batallador. En el año 1109 el monarca navarro casó con la hija de Alfonso VI , rey de Castilla. Urraca era una mujer caprichosa e inconstante, sumamente superficial, y sin duda lujuriosa, que se dedicó a dificultar la vida del rey navarro. Los obispos navarros encontraron un defecto canónigo y buscaron la disolución del matrimonio.



El divorcio suponía un nuevo peligro político, ya que a pesar de disolverse el matrimonio, no se anulaba el título obtenido tras el contrato de su matrimonio, que era el de señor de Castilla-León para el rey de Pamplona y Aragón, lo que daba legitimidad de acceder al trono del reino de León y Castilla al navarro, en el caso de que muriera Alfonso VI sin dejar en el mundo a un hijo barón.



Estrechos lazos con magnates francos, en especial con los del Midi, gracias a las continuas llamadas de cruzadas contra los musulmanes, provocaron que al norte de los Pirineos los diferentes vizcondados y condados, entre los que destacaban el condado de Gascuña y Tolosa (Toulouse), volvieran a reintegrarse en el reino navarro.



Las tropas de los cruzados, comandadas por el rey navarro, en cuyas filas se podían incluso encontrar a caballeros castellanos, como Diego López de Haro, señor de Vizcaya, se dedicaron a recobrar para el reino de Pamplona y Aragón las tierras que faltaban del valle del Ebro. El Batallador liberó Zaragoza en el año 1118 tras una nueva llamada a la cruzada. Un año después se rescatan Tutera y Tarazona, mientras que Calatayud y Daroca se recuperaron en el 1119. Ganó la batalla de Cutanda en el 1120 y en los años 1125 y 1126 emprendió una rápida expedición a Al-Andalus, regresando con numerosos mozárabes. Llevó una rápida repoblación de los territorios reconquistados por gentes del norte del reino, francos y mozárabes, a la vez de que a muchos musulmanes se les permitió permanecer dentro del territorio vascón.

Tras la muerte de Alfonso VI, el rey navarro penetra con sus tropas en las antiguas tierras pertenecientes al reino de los vascones, ocupadas por los castellanos. Los navarros llegan a traspasar la frontera pactada del año 1016. Tras muchas vacilaciones decide reconocer a Alfonso VII como rey de León y accede a entrevistarse con él. Los dos monarcas de nombre Alfonso se encuentran en el valle de Tamara en el año 1127, concretamente entre Hornillos y Castrogeriz, y firman un nuevo tratado fronterizo.

“Para que en adelante no surgiere ninguna disensión entre ambos reinos, se decidió qué tierra era reino de Navarra, es decir, desde el Ebro hasta cerca de la ciudad de Burgos, que el rey Sancho de Castilla había arrebatado con violencia a su pariente el rey Sancho de Navarra, hijo del rey García de Nájera. De lo cual se extendieron documentos entre ambos reyes y reinos de Castilla y Navarra y cada uno de ellos recibió ‘cartas suas firmatas et bene vallatas’. Entonces Alfonso I de Aragón y Pamplona entregó toda la tierra de Castilla a Alfonso VII de Castilla y en adelante no quiso que se llamara emperador, sino rey de Aragón, Pamplona y Navarra”.

En el año 1130 se produce una revuelta en la población costera de Baiona. El Batallador consiguió sofocar la insurrección un año después, tras enviar a numerosos señores navarros, entre ellos los del Baztan, Lizarra, Etxauri, Burunda, Hernani, Tarazona, Barbastro, Donibane Garazi, Zuberoa, Bearne, Auch, Pallars… Incluso diferentes navíos parten desde Donostia y Hondarribia en dirección a Baiona durante ese periodo. Durante el asedio a Baiona escribe su testamento.



Tres años después, el monarca navarro es derrotado y muerto en Fraga, cuando junto a tropas navarras se enfrentaba a una alianza formada entre los musulmanes de la ciudad y el Conde de Barcelona, Maestre de la Orden del Temple, Ramón Berenguer IV. La muerte le llegó a Alfonso I el Batallador sin tener descendencia y su testamento otorgaba el reino de Pamplona y Aragón a tres órdenes cristiano-militares de Palestina: Santo Sepulcro, San Juan de Jerusalén y el Temple.

Todos los castillos y fortalezas del reino de Pamplona y Aragón eran cedidos a las tres órdenes militares, intentando justificar con ello sus actos en vida y de paso servirle como ofrenda para la redención de sus pecados, pero también de su alma y la de sus parientes. Este testamento perjudicaba seriamente los intereses de Pamplona y Aragón; por el contrario era muy favorable para la iglesia católica-romana, por lo que poco después de su muerte y de la inmediata crisis sucesoria planteada, este testamento fue rechazado por los señores navarros.

Este hecho fue aprovechado por el mayor enemigo de los navarros, el rey de León y Castilla, Alfonso VII, autoproclamado emperador, que invade el territorio ocupando Naiara (Nájera), poco antes del 10 de noviembre de 1134. Tras eso, pone sitio a otra plaza navarra, concretamente la de Logroño, de donde pasó rápidamente a Zaragoza en diciembre del mismo año.



Alfonso VII de León y Castilla, con todo su ejército, entra en Zaragoza el 2 de diciembre de 1134, confirmando las posesiones a los nobles, infanzones y eclesiásticos, dándoles privilegios que no tenían. En diciembre del mismo año, Ramiro el Monje se presenta en Zaragoza y confirma los derechos de los mismos nobles a heredar las tenencias salvo caso de traición. Dichos privilegios fueron otorgados antes por Pedro I y anulados por Alfonso I el Batallador durante su reinado.



En plena crisis sucesoria se lleva a cabo en 1135 el Pacto de Vadoluengo que básicamente pretendía una cohabitación de poderes. La iglesia gobernaba a través de Ramiro “El Monje”, mientras que García Ramírez es colocado como jefe supremo del ejército, para que este último siguiera combatiendo al Islam. Si embargo, la última voluntad real no se llevó a cabo al no llegarse a un acuerdo entre García Ramírez y las Órdenes Militares; los navarros se decantan por García Ramírez, señor de Tutera, como rey.

La chancillería pontificia lanza una enérgica represalia contra el rey navarro, negando su condición de rex y otorgándole únicamente el título de dux, considerando en la práctica que el reino quedaba libre para ser invadido y ocupado por el mejor postor, dentro de los príncipes cristianos.



Los intereses de la Iglesia de Roma en la cruzada contra los musulmanes en el Valle del Ebro, apoyada por el obispo de Barbastro y Roda, Ramiro el Monje y el arzobispo de Tarragona, primado de la Tarraconense, influyeron en la operación barcelonesa; por el contrario en Jaca, Huesca, Cinco Villas, Val de Onsella, Sos y resto de los valles pirenaicos, el monasterio de San Juan de la Peña, así como los eclesiásticos del interior – el obispo de Huesca y Sancho de Larrosa de Pamplona-, apoyaron la continuidad de la unión del reino de Pamplona y Aragón, bajo la corona de García Ramírez el Restaurador, frente a la disolución pretendida por el rey Alfonso VI de León y Castilla y de Berenguer IV, conde de Barcelona.

Ramiro el Monje, al verse apoyado por castellanos y barceloneses, creyó en la posibilidad de formar una monarquía teocrática, del mismo tipo que la existente en Roma, para todo el reino de Aragón y Pamplona. Convoca a diferentes caballeros y obispos en la catedral de Huesca, donde los asesina ante su negativa a reconocerle como rey de Pamplona y Aragón. Los señores y clérigos de Jaca, Huesca, Cinco Villas, Val de Onsella, Sos y resto de los valles pirenaicos, del monasterio de San Juan de la Peña, e incluso el mismísimo obispo de Huesca, son decapitados por orden de Ramiro el Monje. Ante estas maniobras, García Ramírez fue proclamado rey en Pamplona, como restaurador de todo el reino de Alfonso el Batallador.

La presencia de Alfonso VII de León y Castilla en Zaragoza durante la Natividad de 1134-1135, echaba por tierra las pretensiones de crear una monarquía teocrática, por parte de Ramiro el Monje. Pero no sólo eso, ya que la presencia castellana en Zaragoza se enfrentaba directamente a los derechos que tenía García Ramírez el Restaurador sobre el reino de Zaragoza desde su recuperación para la cristiandad bajo el reino de Pamplona y Aragón.

García Ramírez el Restaurador, a diferencia de Ramiro el Monje, pretendía mantener el mismo criterio con los tenentes, en contra de las costumbres existentes en Castilla-León y Barcelona, de dar las tenencias de carácter hereditario. La invasión castellana y la intromisión de los magnates de la Iglesia alteraron drásticamente el panorama político en el reino vascón.

Los partidarios de García Ramírez el Restaurador y de Ramiro el Monje se aproximaron, y hubo una reacción ante el caos producido por la guerra civil y la partición del reino navarro. Desde Castilla-León buscan la partición del reino vascón tras la invasión y ocupación de las tierras riojanas y alavesas, intentando forzar a García Ramírez a negociar. En la primavera de 1135, Alfonso VII acordó en Nájera una paz con García Ramírez, reconociéndolo como rey de Pamplona y Aragón. En el texto se hacía alusión a una paz firme y duradera.

Lo cierto es que, realmente, el rey de León y Castilla pretendía repartirse el reino Pirenaico con Ramón Belenguer IV, conde de Barcelona, algo que sellaron en el tratado de Carrión de los Condes de Febrero de 1140. Promueven la boda del obispo Ramiro con la hija del conde de Poitou y el posterior casamiento de la hija de estos, de apenas dos meses de edad, con el conde de Barcelona, dando forma a la futura corona de Aragón.

Ramiro I el Monje* se enclaustró debido a los remordimientos de conciencia por su matrimonio, que contravenía su juramento de celibato y así, el príncipe de la corona de Aragón, Ramón Belenguer IV de Barcelona, toma el caudillaje de la corona de Aragón desde 1147. Cristianos barceloneses y castellanos reconquistan Fraga y Lleida en 1149, bajo la excusa de segunda Cruzada a Tierra Santa, predicada en el año 1147. Ambas ciudades constituyeron unos marquesados, vinculados al condado de Barcelona.



Así pues, los navarros de nuevo se ven presionados por todas las fronteras. La unidad con los vascones del norte de los Pirineos se ve interrumpida, por la acción inglesa y francesa. Y al sur, el reino vascón es dividido, entre Pamplona y Aragón, por las ingerencias externas procedentes del reino de León y Castilla, del condado de Barcelona y también del estado papal. La rica Rioja cae de nuevo bajo las zarpas imperiales castellanas.

Íñigo Saldise Alda