Opinión

La guerra de Navarra

El año 1512 comenzaba de forma complicada para el Reino de Navarra. Las presiones sobre los restos del Estado vasco(n) eran constantes. Tanto el reino de Francia como el incipiente reino de España, se preparaban para la guerra, importándoles muy poco la neutralidad de los reyes navarros, Catalina I de Foix y Juan III de Albret.

Apenas cinco años habían transcurrido desde la finalización de la guerra civil en el Reino de Navarra, sellada con la expulsión del Estado vasco(n) del mayor enemigo de los soberanos navarros, Luís II de Beaumont, conde de Lerin. Desposeído del título de Condestable de Navarra por su alta traición, muere en el exilio aragonés el año 1508. Su hijo Luís III de Beaumont se pone rápidamente a las ordenes de Fernando II de Aragón, regente de Castilla, el cual ya se titulaba rey de España. El rey español desde el año 1507, ya comenzaba a mostrar serias y oscuras intenciones, encaminadas a anexionarse los restos del Reino de Navarra.

Por otro lado, las intenciones de Luís XII de Francia eran clarísimas. Pretendía anexionar a la corona francesa las tierras pertenecientes al Reino de Navarra al norte del Pirineo, en las que estaban la Gascuña, el Bearne y Foix desde el año 1494, por ordenes de los reyes de Navarra, Catalina I y Juan III. Para ello, contaba con su vasallo Gastón de Foix, pero éste moría en Ravenna en abril de 1512 combatiendo contra la Liga Santísima. Pese a su muerte, la victoria caía del lado francés.

La Santa Liga o Liga Santísima se había creado el 4 de octubre de 1511, para salvar a la iglesia y combatir a los franceses. Esta fue organizada por Fernando de España, integrando en sus filas a los estados Pontificios, Venecia y España. Fernando el católico, convence posteriormente a su yerno Enrique VIII de Inglaterra, para que se una a la coalición. Para convencerlo le promete ayuda en la tarea de recuperar la Guyena para la corona inglesa.

Ante las promesas españolas, Enrique VIII de Inglaterra, envía al marqués de Dorset al puerto de San Sebastián, al mando de 8000 arqueros elegidos entre los mejores de toda Inglaterra, los cuales estaban preparados para desembarcar en Baiona, donde se le debían unir las tropas españolas, comandadas por el duque de Alba.

El día 10 de julio del año 1512, tropas españolas invaden y ocupan el pueblo de Goizueta del Reino de Navarra, mientras que el grueso del ejército que comandaba Fabrique Álvarez de Toledo, duque de Alba, irrumpe el día 19 de julio entrando por la Burunba y Lekunberri. El ejército invasor español era numeroso, formado por 1000 hombres de armas, 1000 caballeros bardados, 1500 caballeros ligeros, 12.000 infantes y 20 piezas de artillería.

Antonio de Acuña, obispo de Zamora, pronto se une al grueso de las tropas españolas. Eran 400 hombres armados más, entre los que se encontraba el temido tercio de Bugía, conocido por los numerosos estragos realizados entre la población del norte de África. Junto a ellos se encontraba Luís III de Beaumont, al cual el rey español le otorga el mismo título que le otorgó a su padre, el de Condestable de Navarra, algo que sólo podían otorgar los reyes de Navarra.

A la ocupación del Reyno se le quiso dar un carácter de empresa santa

Luís III de Beaumont iba junto a su cuñado el Duque de Nájera, capitaneando 700 coraceros reales españoles. El duque de Alba dividió al ejército invasor en tres poderosas columnas, dos de ellas capitaneadas por los coroneles Villalba y Renfijo, mientras que la tercera, era comandada por el desertor Luís III de Beaumont.

En Uharte-Arakil el día 21 de junio la vanguardia del ejército español es atacada por un pequeño grupo de valientes roncaleses, teniéndose que retirar rápidamente los navarros al paso de Oskia, ante la abrumadora superioridad bélica del invasor español.

El ejército español no se dirige a la Guyena, sino al corazón de Navarra. El día 23 de julio las tropas españolas acampan a 2 leguas de la capital del Reino vasco(n). Juan III de Albret asegura la salida de su esposa y de sus hijos hacia el Bearne, alertando a continuación a la leal villa de Tutera, la cual envía a 500 hombres hasta Tafalla.

El rey de Navarra se retira hasta Lunbier y a continuación pasa hasta el Bearne, para intentar contener la invasión española organizando la resistencia. Mientras tanto los habitantes de Iruñea fueron conminados a rendirse. No duraron mucho ante las amenazas españolas y eso que la facción beaumontesa y pro española, ya dominaba de forma dictatorial la ciudad desde mucho tiempo atrás.

Las puertas de la bella Iruñea, se abrieron a las tropas invasoras españolas el 25 de Julio. El Día de Santiago a petición del Duque de Alba y de su fiel escudero, Luís III de Beaumont. Las tropas del duque de Alba entraron en la ciudad al sonido de trompetas, tambores y otros instrumentos de viento.

Las tropas españolas del hijo natural o bastardo, del rey español Fernando el Falsario, y arzobispo de Zaragoza, se encaminan hacia Tutera. Las tropas españolas pudieron ser vistas en Cascante el día 31, bloqueando con ello la ciudad ribera.

Ese mismo día, Fernando de España publica un falso manifiesto intentando demostrar que la ocupación del Reino de Navarra es conforme a los términos acordados en la Liga Santísima. Era un intento de darle un carácter de empresa santa y buscando una justificación ante el pueblo navarro y de cara a sus aliados, los ingleses, que observaban atónitos desde Pasajes la invasión española del Reino de Navarra.

Tutela se rinde, no sin antes informar y pedir ayuda a los legítimos soberanos de Navarra el día 9 de septiembre, seis días más tarde que la valiente tierra del Ronkal. Así el 15 septiembre, con lágrimas de sangre en los ojos, los mensajeros de bella ciudad de Tutela rinden vasallaje al rey español en Logroño.

El rey de Navarra realiza una enérgica proclama en Donapaleu el 30 de Septiembre, denunciando al rey español, usurpador y tirano, por ocupar con la fuerza de las armas el Reino de Navarra. Los soberanos navarros comienzan a recaudar dinero, víveres y soldados en el Bearne, tratando de activar la resistencia.

Fernando de España envía como espía al obispo de Zamora al Bearne. Los bearneses pronto descubren las oscuras intenciones del obispo español y lo encierran en prisión, para soltarlo únicamente a cambio de un rescate. Colérico el duque de Alba apunto está de presentarse en el Bearne, pero tenía otros problemas, los cuales perturbaban la mente del español, los navarros de Ultrapuertos no se doblegaban.